El cuarto de las sorpresas



Julieta abrió lentamente los ojos y parpadeó varias veces. Se frotó los ojos con fuerza, pensando que tal vez aún estaba soñando. Pero al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo.

Su habitación ya no era la misma. Se levantó de un salto de la cama y examinó cada rincón con detenimiento. Los colores de las paredes habían cambiado, los cuadros eran distintos y sus juguetes favoritos habían desaparecido.

Julieta sintió un nudo en el estómago y una sensación de confusión la invadió por completo. "¡Mamá! ¡Papá! ¿Qué pasó aquí? Mi cuarto está diferente", exclamó Julieta mientras corría hacia el living, donde encontró a sus padres desayunando tranquilamente.

"Buenos días, Julieta. ¿Cómo estás?", preguntó su mamá con una sonrisa. "¡Mi cuarto está todo cambiado! ¡No entiendo qué pasó!", respondió Julieta visiblemente preocupada.

Sus padres intercambiaron miradas cómplices antes de invitarla a sentarse junto a ellos en la mesa del desayuno. Le explicaron que habían decidido hacer algunos cambios en la casa para sorprenderla y renovar su espacio personal.

"¡Pero yo no quería que cambien mi cuarto! Me gustaba como estaba antes", dijo Julieta con tono de protesta. Sus padres le explicaron pacientemente que los cambios eran parte natural de la vida y que a veces podían traer cosas buenas consigo.

Le recordaron todas las veces que ella había disfrutado descubrir cosas nuevas y aventurarse en terrenos desconocidos. Julieta reflexionó sobre las palabras de sus padres mientras daba vueltas por su nueva habitación. Aunque al principio se resistió al cambio, poco a poco comenzó a verlo desde otra perspectiva.

Descubrió rincones diferentes, colores vibrantes y muebles más funcionales que le brindaban nuevas posibilidades para jugar e imaginar historias fantásticas.

Con el correr de los días, Julieta se adaptó por completo a su nuevo entorno y hasta llegó a apreciar los cambios realizados en su habitación. Aprendió que estar abierta a las transformaciones podía abrirle puertas hacia experiencias inesperadas y emocionantes.

Una mañana, mientras contemplaba el amanecer desde su ventana renovada, Julieta sonrió para sí misma sintiéndose lista para enfrentar cualquier cambio futuro con valentía y optimismo. Sabía que sin importar lo diferente o desconocido que pudiera parecer al principio, siempre tendría la capacidad de adaptarse y encontrar belleza en lo inesperado.

Y así, entre risas y juegos en su nuevo espacio lleno de posibilidades, Julieta comprendió que los cambios no eran motivo de temor sino oportunidades disfrazadas esperando ser descubiertas con alegría e ilusión en cada rincón del camino.

FIN.

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