El Cubo Solitario y su Amigo Colorido



Había una vez, en un rincón olvidado del mundo, un cubo llamado Cubito. Aunque Cubito tenía una cara simpática, con dos ojos brillantes y una gran sonrisa, se sentía muy solitario. Desde hacía 90 años, vivía solo en una remota playa llena de arena. Las olas del mar eran sus únicas compañeras, y los días transcurrían lentamente mientras miraba pasar las nubes en el cielo.

Cada mañana, Cubito se despertaba con el canto de las gaviotas y se dedicaba a hacer castillos de arena, aunque siempre eran un poco tristes porque él solo los hacía para pasar el tiempo. A menudo, se preguntaba si habría algún otro cubo en el mundo con el que pudiera jugar.

Un día, mientras Cubito estaba construyendo un castillo gigante, notó algo brillante en el horizonte. Mientras se acercaba, su corazón comenzó a latir más rápido. Era un cubo de colores llamado Colorete. Colorete era un cubo alegre, lleno de energía y estaba cubierto de muchos colores vivos.

"¡Hola! Soy Colorete y estoy buscando un lugar para jugar. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - preguntó con entusiasmo.

Cubito, sorprendido por la llegada inesperada de su nuevo amigo, respondió "¡Por supuesto! ¡He estado esperando por alguien como vos durante 90 años!"

Desde ese momento, los dos cubos se volvieron inseparables. Jugaban juntos en la arena, construían castillos y organizaban divertidas competencias de salto. Cada día era una nueva aventura, y Cubito descubrió que, junto a Colorete, el tiempo volaba.

Una mañana, mientras jugaban, Colorete le dijo a Cubito "Che, ¿sabías que la vida es más divertida cuando la compartimos?" - y Cubito sonrió, sintiendo que cada palabra era verdad.

Pero no todo fue color de rosa, un día, una tempestad se desató. Las olas crecieron y la arena voló por todos lados. Los dos cubos intentaron refugiarse, pero una ola gigantesca los separó y los arrastró a lugares desconocidos. Cubito se sintió desesperado y triste, recordando su soledad de antes.

"¡Colorete! ¡¿Dónde estás? !" - gritó con todas sus fuerzas.

En ese momento, el valor de Cubito comenzó a florecer. Sabía que tenía que encontrar a su amigo. Así que, a pesar de la tormenta, comenzó a rodar hacia donde creía que podría estar Colorete. A medida que avanzaba, comenzó a gritar "¡Colorete! ¡No te rindas! ¡Estoy viniendo!"

Colorete, quien también estaba buscando a su amigo, escuchó a lo lejos la voz de Cubito. "¡Cubito, estoy aquí!" - dijo con la voz entrecortada por el viento.

Cubito siguió la voz de su amigo y después de mucho esfuerzo, finalmente los dos cubos se encontraron. "¡Te encontré!" - exclamó Cubito, aliviado de ver a Colorete a salvo.

Esa experiencia fortaleció aún más su amistad. Después de la tormenta, decidieron construir juntos un refugio en la playa, un lugar donde pudieran estar seguros de cualquier viento o agua que pudiera venir. Juntos aprendieron que unidos eran invencibles y que las adversidades se enfrentan mejor en pareja.

"Nunca más vamos a dejar que algo nos separe, ¿verdad?" - preguntó Colorete.

"¡Nunca!" - respondió Cubito con determinación.

Y así, Cubito y Colorete vivieron felices en su refugio, llenando sus días de juegos, risas y grandes aventuras. Nunca más necesitó sentir la soledad, porque había encontrado a su verdadero amigo. Y aprendieron: los momentos difíciles son más llevaderos cuando los compartimos.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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