El Cuento de Binky, el Conejo Miedoso
En un tranquilo bosque lleno de flores brillantes y árboles centenarios, vivía un pequeño conejo llamado Binky. Binky era un conejo muy especial, no porque tuviera el pelaje más suave o las orejas más largas, sino porque tenía una gran fobia: ¡le tenía miedo a saltar!
Un día soleado, todos los animales del bosque se reunieron para hacer una gran carrera. El zorro, la tortuga y las aves hablaban entre sí, emocionados por la competencia.
"¡No se olviden de invitar a Binky!", dijo Lía, la tortuga.
"No creo que quiera venir. Siempre tiene miedo de participar en cosas así", respondió Leo, el zorro.
Pero Lía no se dio por vencida.
"Vamos a animarlo. Quizás hoy se atreva a saltar y a participar."
Así que se dirigieron al hogar de Binky. Al llegar, lo encontraron asustado, mirando por la ventana hacia el claro lleno de risas.
"Binky, ¡ven a jugar!", gritó Lía.
"No, gracias. Tengo miedo de saltar. No puedo hacerlo como ustedes", respondió Binky, con la voz temblorosa.
Los amigos intercambiaron miradas preocupadas, pero Lía tuvo una idea.
"Binky, ¿y si saltar es solo un juego? No tienes que hacerlo perfectamente, solo un pequeño salto puede ser divertido."
"Pero... ¿y si me caigo?" se preocupó Binky.
Lía se acercó y le dijo con una sonrisa:
"Lo importante no es caer, sino levantarse y seguir intentando. Todos los animales antes de ser grandes saltadores, empezaron haciendo pequeños saltitos. ¿Te gustaría practicar?"
Binky dudó un momento, pero algo en la emoción de sus amigos lo hizo reconsiderar.
"Está bien, ¡pero solo un pequeño salto!"
Así, los tres amigos salieron al claro. Lía le mostró cómo hacer un pequeño salto en el lugar.
"Solo rodéate de alegría, como cuando corres hacia mí."
"Okay, así que solo un pequeño... ¡no me rías!"
Binky hizo un intento y, aunque su salto fue más como un pequeño brinquito, todos aplaudieron.
"¡Eso fue genial, Binky! Ahora, un poquito más alto. ¡Vamos!" animó Leo mientras movía la cola.
Luego, Binky observó a los otros animales saltar con gran destreza y se sintió un poco nervioso, pero también inspirado. Así que tomó una respiración profunda e hizo un poquito más alto. Sin embargo, al caer, perdió el equilibrio y rodó por el suelo.
"¡Ay!", exclamó mientras se reía de sí mismo.
"¡Eres un experto en el arte de rodar!", rió Lía.
Emocionado por la idea de rodar, Binky decidió intentarlo nuevamente. Con cada pequeño salto, su confianza parecía crecer un poco más. Justo cuando pensó que ya no podría seguir, algo mágico ocurrió. Al intentar un salto más alto, sus amigos lo animaron.
"¡Puedes hacerlo, Binky!"
Y así fue. Binky saltó, y aunque este salto no fue perfecto, al final se sintió feliz por el intento y por haber superado parte de su miedo.
"¡Sí! ¡Lo hice!", gritó emocionado.
Después de unos intentos más, Binky ya no era solo el conejo miedoso del bosque. Se convirtió en el conejo más valiente de todos, aquel que, aunque tenía miedo, decidió intentar y aprender. Recogió aplausos entusiastas de sus amigos y el resto de los animales
Desde ese día en adelante, Binky había dejado de ser solo un conejo miedoso. Aprendió que enfrentarse a sus temores es lo que lo hace especial y que la valentía no significa no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él.
"Hoy no solo salté, sino que también descubrí que tengo amigos que creen en mí. Y eso es el mayor impulso de todos!" dijo Binky con una gran sonrisa.
A partir de entonces, cada vez que había una carrera, todos los animales sabían que Binky sería uno de los primeros en apuntarse. Y aunque aún tuviera miedo a veces, siempre recordaría que el mejor salto comienza con un pequeño brinquito.
Y así, Binky el conejo aprendió a saltar, pero más importante aún, aprendió a ser valiente, y eso, amigos, es la magia del lugar donde se encuentra el valor: en nuestro corazón.
FIN.