El Cuento de Mariana y la Ciudad de Pasto



Era una mañana fresca en la ciudad de Pasto, y Mariana, una joven estudiante de secundaria, se sentía emocionada por otro día de clases. Cada día, Mariana recorría las calles de su ciudad, llenas de historia y color. Pasaba por el hermoso Parque de Rumilaca, donde le encantaba respirar el aire puro y disfrutar de las risas de los niños que jugaban. También era fanática de la Plaza de Nariño, donde artistas locales exhibían sus obras y la gente se reunía para compartir momentos.

Sin embargo, esa mañana, algo en el ambiente se sentía diferente. Mientras caminaba hacia la escuela, vio un grupo de adultos con camisas de negocios hablando entre ellos con un aspecto decidido. Intrigada, se acercó y escuchó una frase que le revolvió el estómago: "Vamos a privatizar el Parque de Rumilaca y la Plaza de Nariño, transformándolos en zonas comerciales".

"- ¿Qué? ¡No! - exclamó Mariana, interrumpiendo la conversación con su voz firme.

Los adultos se giraron sorprendidos.

"- ¿Quién es esta chica? - preguntó uno de ellos.

"- Soy Mariana, y no permitiré que toquen nuestros espacios. ¡No pueden privatizar ni el parque ni la plaza! Son de todos, son parte de nuestra ciudad y nuestras vidas!".

Mariana decidió que debía actuar. Se fue a la escuela y en lugar de prestar atención en clase, comenzó a pensar en cómo movilizar a sus compañeros. Al finalizar la jornada, reunió a sus amigos en la plaza, donde todos se sentaban a charlar y disfrutar del aire fresco.

"- Chicos, tengo un plan - dijo Mariana, con la menta aguda. - Acabo de escuchar que quieren privatizar el parque y la plaza. No podemos dejar que eso pase. ¡Vamos a crear un movimiento!".

Le explicaron su idea de organizar una manifestación pacífica, donde todos pudieran expresar su amor por estos lugares. Los compañeros comenzaron a aplaudir y rápidamente se unieron al plan. Decidieron pintar pancartas, hacer volantes y hablarles a sus familias y vecinos.

El día de la manifestación llegó. Alentados por la energía de Mariana, cientos de niños, jóvenes y adultos se reunieron en la Plaza de Nariño, portando pancartas que decían: "¡Nuestro parque, nuestra plaza!" y "¡No a la privatización!". Mariana tomó el micrófono y dijo:

"- Queremos que nuestros espacios sigan siendo públicos. Aquí jugamos, aprendemos, hacemos amigos y disfrutamos de nuestra cultura. ¡No dejen que la avaricia lo arruine!".

La manifestación fue un éxito total. Los medios de comunicación locales cubrieron el evento, y el mensaje de Mariana resonó en toda la ciudad. A medida que más personas se unían al movimiento, la presión sobre las autoridades creció. La comunidad de Pasto estaba unida en defensa de su identidad.

Finalmente, después de semanas de esfuerzos, una reunión fue convocada entre los representantes de la ciudad y los organizadores de la manifestación. Mariana estaba nerviosa, pero sabía que tenían una gran misión por delante.

En la reunión, uno de los funcionarios dijo:

"- Sabemos que estos espacios son importantes para todos. No nos habíamos dado cuenta del impacto que tendría nuestra decisión. Después de escuchar sus voces, decidimos escucharles y abandonar la idea de privatizar el parque y la plaza".

Mariana estalló en lágrimas de felicidad, y la plaza se llenó de alegría y sonrisas. La comunidad había ganado.

"- ¡Lo logramos! - gritó Mariana, mientras sus amigos la abrazaban. - Nunca dejen de pelear por lo que aman!".

Desde entonces, el Parque de Rumilaca y la Plaza de Nariño siguieron siendo espacios públicos donde todos podían disfrutar, aprender y crecer. Mariana se convirtió en un símbolo de la lucha por la defensa de los espacios comunitarios, recordando a todos que cada voz cuenta y que juntos pueden lograr un cambio.

Y así, gracias a la valentía de una estudiante como Mariana, la ciudad de Pasto mantuvo su esencia vibrante y llena de vida.

Fin.

FIN.

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