El cuento de Martín y Juanito
Había llegado el gran día, mi primer día de escuela. Estaba tan emocionado y nervioso al mismo tiempo. Mi papá y mi mamá me llevaron en auto hasta la puerta del colegio.
Me miraron con una sonrisa amorosa y me dieron un abrazo antes de bajarme del auto. "¡Vas a tener un día maravilloso en tu primer día de escuela!", dijo mi papá animándome. "Sí, cariño, estamos muy orgullosos de ti", agregó mi mamá.
Yo asentí con timidez pero no podía evitar sentir ese cosquilleo en el estómago. Me despedí de mis padres y caminé hacia la entrada del colegio.
A medida que me acercaba, vi a otros niños corriendo por allí, riendo y jugando juntos. Cuando entré al salón de clases, la maestra me dio una cálida bienvenida. Había muchos niños sentados en sus pupitres, algunos hablando entre ellos y otros leyendo libros.
Pero yo estaba un poco asustado porque no conocía a nadie más aparte de mis padres. La maestra se acercó a mí y me presentó a mis nuevos compañeros:"Chicos, les presento a nuestro nuevo amigo", dijo ella mientras señalaba hacia mí.
Todos los ojos se posaron sobre mí y sentí cómo las mejillas se me ponían rojas como tomates maduros. Pero para mi sorpresa, uno de los niños llamado Juanito se levantó rápidamente y extendió su mano hacia mí:"¡Hola! Yo soy Juanito", exclamó con una sonrisa amigable.
Yo le estreché la mano tímidamente y respondí:"Hola, soy Martín". A partir de ese momento, Juanito se convirtió en mi mejor amigo.
Él me presentó a los demás niños y me ayudó a sentirme más cómodo en el salón de clases. Juntos nos divertimos mucho durante el recreo, jugando al fútbol y compartiendo nuestras meriendas.
Pero un día, cuando estaba a punto de terminar la jornada escolar, la maestra nos dio una noticia inesperada:"Chicos, tenemos un nuevo desafío para ustedes. El próximo mes tendremos una competencia de talentos. Cada uno de ustedes deberá mostrar algo especial que sepa hacer". Todos los niños comenzaron a emocionarse y pensar en qué podrían hacer para sorprender al resto.
Yo también quería participar pero no sabía qué talento tenía. Cuando llegué a casa esa tarde, le conté todo a mis padres sobre la competencia de talentos.
Ellos me animaron a encontrar algo que disfrutara hacer y practicarlo mucho para poder demostrarlo frente a todos mis compañeros. Así que empecé a buscar algo que me gustara y descubrí mi amor por las palabras. Me encantaba leer cuentos e inventar historias propias.
Decidí escribir un cuento especialmente para la competencia. Durante semanas trabajé duro en mi cuento mientras mis padres me apoyaban incondicionalmente. Practiqué leyendo en voz alta hasta que cada palabra sonara perfecta. Finalmente llegó el día de la competencia de talentos.
Estaba muy nervioso pero decidido a dar lo mejor de mí. Cuando fue mi turno, caminé hacia el escenario con mi cuento en las manos. Miré a mis compañeros y vi sus rostros llenos de expectativa.
Respiré hondo y comencé a leer mi historia. Cada palabra fluía de mis labios con pasión y emoción. Los niños escuchaban atentamente mientras se sumergían en la trama de mi cuento. Cuando terminé, todos aplaudieron emocionados.
Incluso la maestra tenía lágrimas en los ojos. Me sentí tan orgulloso de mí mismo por haber enfrentado mis miedos y haber compartido algo que amaba.
Después de la competencia, Juanito se acercó a mí con una sonrisa enorme:"¡Eres increíble, Martín! Nunca había escuchado un cuento tan hermoso". Yo le agradecí y le dije lo importante que había sido su amistad para darme el valor necesario para participar.
Desde ese día, me di cuenta de que no debía tener miedo de ser yo mismo y mostrarle al mundo lo que me hacía especial. Mi primer día de escuela fue solo el comienzo de una gran aventura llena de amigos maravillosos y descubrimientos emocionantes.
Y así, cada día en la escuela se convirtió en una oportunidad para aprender cosas nuevas, enfrentar desafíos y demostrarle al mundo todo lo que era capaz de hacer. Y colorín colorado, esta historia ha terminado... pero mi historia apenas comienza.
FIN.