El Cuento del Monstruo Burbuja
Había una vez, en un colorido y bullicioso colegio, un grupo de nenes de primer grado que, muy decididos, no querían escuchar un cuento. La bibliotecaria, la señora Rosa, había preparado una hermosa sesión de lectura pero los chicos estaban demasiado distraídos, correteando de un lado a otro del salón.
"¡No quiero escuchar cuentos!" - gritó Tomás, mientras se balanceaba en su silla.
"¡A mí también me aburre!" - añadió Sofía, pintando divertidos garabatos en su cuaderno.
"Vamos a jugar a la pelota, ¡eso sí es divertido!" - dijo Emiliano, poniendo su mejor cara de travieso.
La señora Rosa, con su cabello canoso y su sonrisa amable, conocía un secreto especial. De repente, se le ocurrió una idea brillante.
"Nenes, ¿qué les parece si les traigo a un amigo muy especial para que lea cuentos?" - dijo la bibliotecaria, con un guiño.
"¿Un amigo?" - preguntaron los nenes, intrigados.
"Sí, ¡el monstruo Burbuja!" - respondió la señora Rosa, mientras sacaba un libro enorme y brilloso.
Los chicos comenzaron a reírse y a mirarse entre ellos.
"¿Monstruo? No puede ser, eso suena a que nos va a asustar" - dijo Sofía, temblando de risa.
"Yo no tengo miedo de un monstruo. ¡Que venga!" - se animó Tomás.
Mientras la señora Rosa hacía sonidos extraños y raros, una gran nube de burbujas de colores apareció en el aire. De entre todas esas burbujitas, emergió un monstruo de aspecto amigable, con un cuerpo esponjoso y ojos grandes que destilaban alegría.
"¡Hola, chicos! Soy el monstruo Burbuja y he venido a contarles un cuento increíble..." - exclamó con voz burbujeante.
Los niños quedaron boquiabiertos. Era un monstruo, pero no parecía dar miedo en lo absoluto. Más bien, parecía muy divertido.
"¿Qué historia tenés para nosotros?" - preguntó Emiliano, entusiasmado.
"Una historia sobre la amistad y el valor de ser diferente. Se llama El viaje de Burbujín, el pez con luces de colores. ¿Quieren escucharla?" - dijo Burbuja, mientras se acomodaba en una esquina del aula.
Los nenes, ahora muy curiosos, se acercaron y se sentaron en ronda. El monstruo comenzó a narrar la historia de Burbujín, un pequeño pez que tenía destellos de colores que iluminaban las profundidades del océano. Sin embargo, Burbujín se sentía triste porque los demás peces no querían jugar con él, ya que pensaban que era raro.
"Pero un buen día, cuando una tormenta se desató en el océano, Burbujín decidió ser valiente. Usó su luz para guiar a los peces perdidos de regreso a casa. Cuando todos llegaron sanos y salvos, se dieron cuenta de que la diferencia de Burbujín lo hacía especial, y aprendieron a aceptarlo" - narró el monstruo Burbuja, con voz expresiva.
Los ojos de los chicos brillaban como luces al escuchar la historia.
"¡Qué emocionante!" - gritó Sofía.
"Yo quiero ser valiente como Burbujín" - dijo Tomás, sonriendo.
"Y no importa ser diferente, lo que importa es lo que hacemos por los demás" - añadió Emiliano.
Al finalizar el cuento, una ola de aplausos inundó el aula. Los nenes estaban felices, y la señora Rosa sonreía con orgullo.
"¿Quieren que el monstruo Burbuja venga más seguido?" - preguntó la bibliotecaria.
Todos gritaron al unísono:
"¡Sí! ¡Queremos más cuentos del monstruo Burbuja!"
Burbuja hizo una reverencia, salpicando burbujas del aire y llenando el salón de risas. Desde ese día, los nenes de primer grado esperaban ansiosos cada semana para escuchar más historias del monstruo Burbuja, quien les enseñaba la importancia de la amistad, la aceptación y la valentía.
Y así, el colegio nunca volvió a ser el mismo. Los cuentos se convirtieron en aventuras por descubrir, y el monstruo Burbuja se ganó un lugar en sus corazones, recordándoles siempre que, aunque seamos diferentes, eso es lo que nos hace únicos y especiales.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.