El Cuervo y el Zorro Astuto en la Selva de Huánuco



En la hermosa selva de Huánuco, donde los árboles eran tan altos como las montañas, vivía un cuervo llamado Ciro. Ciro era un pájaro elegante, pero un tanto orgulloso. Siempre llevaba en su pico una deliciosa pieza de queso que había encontrado en una aldea vecina.

Ciro volaba por la selva, mostrando su queso a todos los animales que encontraba. Un día, mientras se posaba en un árbol, un zorro astuto llamado Zacarías lo observó desde el suelo.

"¡Qué rico queso, amigo cuervo!", exclamó Zacarías con un brillo travieso en los ojos.

Ciro, sintiéndose halagado, le respondió: "¡Gracias, Zacarías! Es una delicia que conseguí luego de mucho esfuerzo. ¿Quieres probarlo?"

"¡Oh! Claro que sí, pero...", comenzó el zorro, con un tono más melodioso, "me encantaría escuchar el canto magnífico de un cuervo como vos antes de probar esa delicia. Créeme, tu canto iluminaría la selva."

Ciro, lleno de orgullo y deseando mostrar su talento, cerró los ojos y empezó a cantar. Su voz resonaba entre los árboles y los demás animales comenzaron a asomarse para escuchar.

Mientras tanto, Zacarías sonreía de oreja a oreja, observando cómo el cuervo dejaba caer su exquisito queso. Pero, en lugar de recogerlo, esperó pacientemente a que Ciro terminara.

Una vez que el cuervo terminó de cantar, abrió los ojos y se dio cuenta de que el queso había caído y estaba delante del zorro.

"¡Oh no!", gritó Ciro, horrorizado. "¡Me hiciste engañar, Zacarías!"

"¡Pero no dudes de tu voz, amigo!", respondió el zorro con una sonrisa pícara. "Tienes un don increíble. Solo quise que mostraste tu talento."

Ciro, furioso, decidió vengarse. Entonces, dijo: "Zacarías, quizás no sea la única que tiene un talento escondido en esta selva. ¡Apostemos a ver quien puede conseguir el mejor tesoro en un día!"

El zorro, sin pensarlo dos veces, aceptó el desafío.

"Acepto, pero ¿qué tal si hacemos esto más interesante?", sugirió Zacarías. "El perdedor deberá hacer lo que el ganador le pida durante una semana entera."

"¡Trato hecho!", exclamó el cuervo, eufórico.

Así, ambos se pusieron en marcha. Ciro voló alto buscando tesoros en los árboles, mientras Zacarías recorría la selva, buscando pistas que lo llevaran a algún lugar especial. Al caer la tarde, ambos se encontraron en el claro del bosque.

"¿Qué encontraste?", preguntó Ciro emocionado.

"Yo encontré... ¡un puñado de frutos brillantes y singulares! ¿Y vos?", respondió el zorro, mostrando su tesoro.

"Yo encontré esta hermosa pluma dorada que brilla como el sol!", dijo Ciro, presumiendo.

Ambos comenzaron a discutir sobre cuál tesoro era mejor.

"Los frutos son un manjar y son deliciosos", dijo Zacarías. "Además, ¡los animales de la selva los adoran!"

"Pero mi pluma puede ser utilizada para adornar a un rey pájaro!", insistió Ciro. "Es más valiosa en la selva!"

Finalmente, decidieron preguntar a la tortuga sabia, quien era conocida por su criterio justo.

"Querida tortuga, ¿quién de nosotros tiene el mejor tesoro?", preguntaron en coro.

La tortuga, con una mirada sabia, observó ambos tesoros y dijo: "Ambos tienen sus méritos, pero lo más importante en un tesoro es lo que se puede compartir con los demás. ¿Qué tal si lo combinan?"

Ciro y Zacarías se miraron, comprendiendo el mensaje de la tortuga.

"Puedo hacer una ensalada de frutos con la pluma como adorno", propuso Zacarías.

"¡Y podría cantar para invitar a todos los animales a compartirlo!", añadió Ciro, emocionado.

Así, juntos organizaron una fiesta en la selva, donde todos compartieron la deliciosa ensalada de frutos y disfrutaron del canto de Ciro.

Al final de la noche, Ciro y Zacarías se convirtieron en grandes amigos, aprendiendo que la verdadera riqueza radicaba en compartir y trabajar en equipo. Desde entonces, nunca más Ciro se dejó llevar por el orgullo y Zacarías comprendió que la astucia debía ser usada para el bienestar de todos. Y así, la selva de Huánuco se llenó de música, alegría y buenos recuerdos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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