El Cumpleaños de Gonzalo



Gonzalo era un niño de diez años que vivía en un barrio de clase media con su mamá, su papá y su querida mascota, un perro llamado Lucas. Las cosas no eran tan sencillas para Gonzalo, ya que sus padres habían decidido separarse el año pasado. Desde entonces, su vida había cambiado un poco. Aunque Gustavo, su papá, siempre estaba dispuesto a pasar tiempo con él, Gonzalo sentía que había una distancia cada vez más grande entre ellos.

Sin embargo, había otra persona en la vida de Gonzalo que se había convertido en un gran apoyo: su nuevo padrastro, Martín. Desde que se casó con su mamá, Martín había tratado de ser el mejor amigo de Gonzalo. Era un hombre amable y simpático, y le encantaba jugar al fútbol con él y contarle chistes. Gonzalo disfrutaba de la compañía de Martín pero, a veces, aún sentía celos de la relación entre su mamá y él.

Era el cumpleaños de Gonzalo y estaba muy emocionado, porque su mamá y su padrastro habían preparado una fiesta sorpresa para celebrarlo. La mañana comenzó con el sonido del timbre. Al abrir la puerta, se encontró con su amiga Sofía.

"¡Feliz Cumpleaños, Gonzalo!" - exclamó Sofía, con una gran sonrisa.

"¡Gracias! Estoy re feliz, tengo una fiesta hoy en casa" - respondió Gonzalo, mientras su corazón saltaba de alegría.

Mientras la fiesta se acercaba, Gonzalo se encontró con su papá, Gustavo, quien llegó con un regalo. Aunque lo extrañaba, su papá parecía un poco preocupado.

"Gonzalo, ¿cómo estás? Te he traído algo para el cumple" - dijo Gustavo, mientras sacaba un paquete envuelto en colores.

"¡Gracias, papá!" - respondió Gonzalo, agradecido, pero en su interior sentía que no había tanto tiempo juntos como antes. A veces, incluso deseaba que su papá pudiera ser parte de todos los momentos especiales.

Durante la fiesta, Gonzalo se dio cuenta de que su mamá y Martín se estaban esforzando mucho para hacerlo feliz. Martín había preparado juegos y la piscina inflable en el jardín. A Gonzalo le encantaba jugar y reír, pero, en un momento, miró a su papá, que estaba sentado en una esquina, parecía un poco solo.

Gonzalo sentía “una tiricia” por la situación. No quería herir los sentimientos de su papá, pero también quería disfrutar de la fiesta con su mamá y su padrastro. Finalmente, decidió acercarse a él.

"Papá, ¿quieres venir a jugar con nosotros?" - preguntó Gonzalo, un poco nervioso.

"Claro, hijo. Pero no quiero interrumpir tu festejo" - respondió Gustavo, con una sonrisa triste.

"No, vení, ¡es nuestro día!" - insistió Gonzalo con más alegría.

Cuando Gustavo se unió a ellos, la energía de la fiesta cambió completamente. La risa y los gritos de alegría llenaron el aire, y Gonzalo se sintió feliz de ver a ambos hombres importantes en su vida juntos. En ese momento, comprendió que el amor no se dividía, sino que se multiplicaba.

Así, la tarde transcurrió entre juegos, risas, un rico pastel y muchos abrazos. Gonzalo brincaba de felicidad, celebrando no solo su cumpleaños, sino también el amor que lo rodeaba, en sus distintas formas.

Cuando la fiesta terminó, y todos se comenzaron a ir, Gustavo se acercó a Gonzalo y le abrazó fuerte.

"Sos un gran niño, Gonzalo. Te quiero mucho y siempre estaré aquí para vos" - le dijo.

"Y yo también, papá. Aunque mamá y Martín estén con nosotros, siempre contaré con vos" - respondió Gonzalo, dándole un apretón de manos a su papá.

Fue entonces cuando dio un paso hacia Martín, quien estaba observando con una sonrisa.

"Gracias, Martín. Hiciste mi cumpleaños especial" - dijo Gonzalo, sintiendo su corazón lleno de gratitud.

"Siempre estaré aquí para divertirte, campeón" - dijo Martín mientras le revolvía el pelo.

La tarde concluyó en un emotivo abrazo grupal y Gonzalo aprendió que, aunque la vida a veces traiga cambios difíciles, siempre hay espacio para el amor, la diversión y la amistad. Desde ese día, se sintió más feliz al aceptar que tenía dos papás que lo querían, y que era suficiente.

"¡Hasta el próximo cumple!" - gritaron todos mientras se despedían.

"¡Sí, hasta la próxima!" - contestó Gonzalo mientras miraba hacia el cielo, sonriendo, porque sabía que cada día podía ser una nueva oportunidad para brillar y ser feliz.

FIN.

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