El Cumpleaños de Mía



Era un hermoso día soleado en el barrio de las flores. La gata Mía, conocida por ser la más cariñosa y juguetona de todas las criaturas, iba a celebrar su cumpleaños. Sus amigos, los vecinos del barrio, habían decidido organizar una fiesta sorpresa para ella.

-Mía, ¿te gustaría venir a jugar al parque? -le dijo su amigo el perro Lucas.

-¡Claro, Lucas! Pero primero, tengo que acomodar mi cama -respondió Mía, estirándose y mostrando su pancita blanca al sol.

Mía tenía una cama muy especial, hecha de suaves almohadones y decorada con dibujos de peces dorados. Siempre le gustaba mantener su cama limpia y ordenada, porque allí era donde pasaba sus momentos más divertidos soñando y jugando con sus juguetes.

Mientras Mía esperaba a que Lucas la pusiera al tanto de sus planes, sus amigos más cercanos, la tortuga Tina y el loro Pipo, se preparaban para la sorpresa.

-¿Estás segura de que a Mía le encantará la fiesta? -preguntó Tina, con preocupación en su voz.

-¡Por supuesto! -dijo Pipo, aleteando con emoción-. ¡Y tengo el mejor regalo de todos para ella! Es una pelota de colores que brilla en la oscuridad. Es perfecta para que juegue en la noche.

La fiesta estaba lista. Lucas había traído su mejor disco de música y muchos amigos estaban en el parque esperando. Cuando Mía llegó, todos gritaron al unísono:

-¡Sorpresa, Mía! ¡Feliz cumpleaños!

Mía se quedó boquiabierta, sorprendida y feliz.

-¡Oh, no puedo creerlo! -exclamó, moviendo su colita con alegría-. Gracias, amigos. No sabía que lo habían planeado para hoy.

Todos empezaron a jugar, pero Mía, en su corazón, deseaba algo más. Ella quería compartir su cama especial con sus amigos, porque pensaba que el mayor regalo era la compañía.

-¿Quieren venir a conocer mi cama? -preguntó Mía mientras sus ojos brillaban de emoción.

-¡Claro! -respondió Lucas, mientras corría hacia su casa. Al llegar, Mía mostró su cama y sus juguetes. A todos les encantó.

-¿Ves? -dijo Tina-. Tu cama es tan acogedora. Me encantaría echarme un rato aquí -añadió, estirándose en una esquina.

Y así, todos se acomodaron en la cama de Mía, contándose historias y jugando hasta caer en la risa.

Pipo voló hasta el centro y dijo:

-¡Es el momento del regalo! -y, con un giro de sus alas, mostró la pelota de colores-. ¡Feliz cumpleaños, Mía! Espero que estas pelotas brillen en tus sueños tan hermosos como hoy.

Mía, emocionada, tomó la pelota y se la arrojó a Lucas:

-¡Gracias, Pipo! Ahora juguemos todos juntos en mi cama -sugirió Mía, quien siempre valoraba la diversión que compartían.

Mientras jugaban, Mía se dio cuenta de que el mejor regalo no era la pelota o la música, sino tener amigos que la querían y con quienes podía compartir todo.

Con el tiempo, cada uno de ellos se despidió, prometiendo volver al día siguiente para seguir la diversión. Mía se quedó en su cama, abrazando su nueva pelota, sonriendo al recordar la maravillosa fiesta que sus amigos le habían preparado.

Al final del día, Mía decidió que todos los días serían como su cumpleaños, llenos de risas, juegos y momentos compartidos con quienes más amaba. Así, la gata cariñosa aprendió que la verdadera felicidad se encuentra en los lazos con sus amigos.

Y así, Mía y sus amigos compartieron muchos cumpleaños más, siempre recordando que lo importante no era el regalo, sino la compañía y el amor que compartían cada día.

FIN.

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