El cumpleaños más dulce



En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frondosos, vivía una familia muy especial: los González. Ellos eran conocidos en todo el lugar por su increíble habilidad para la repostería.

La mamá, Marta, era una maestra en hacer pasteles deliciosos; el papá, Juan, era un experto en hacer galletas crujientes; y sus dos hijos, Sofía y Diego, también ayudaban en la cocina con entusiasmo.

Un día soleado de primavera, los González decidieron ir al parque a disfrutar de un picnic en familia. Llevaron consigo una cesta llena de delicias dulces que habían preparado juntos esa mañana: pasteles de chocolate con crema pastelera, galletas de vainilla con chispas de chocolate y muffins de arándanos.

Al llegar al parque, encontraron un lugar bajo la sombra de un gran árbol donde extendieron una manta y dispusieron la comida.

Mientras disfrutaban de las exquisiteces que habían llevado consigo, notaron a lo lejos a un niño triste sentado en un banco solitario. Diego se acercó curioso al niño y le preguntó: "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?"El niño levantó la mirada con ojos llorosos y respondió tímidamente: "Hoy es mi cumpleaños pero nadie se acordó.

Mi mamá trabaja todo el día y mi papá está lejos por trabajo. "Sofía sintió mucha compasión por el niño y le dijo: "¡No te preocupes! Nosotros estamos celebrando aquí mismo.

¡Únete a nosotros!"El niño dudó al principio, pero finalmente aceptó la invitación. Los González compartieron su comida con él y lo hicieron sentir parte de su familia. Le cantaron feliz cumpleaños y le regalaron uno de los pasteles que habían preparado.

"¡Gracias! Nunca olvidaré este día", dijo el niño con una sonrisa radiante en su rostro. Después del picnic, los González invitaron al niño a acompañarlos a su casa para seguir festejando.

Juntos hornearon más galletas y decoraron más pasteles mientras contaban historias divertidas y compartían risas. Al final del día, el niño abrazó a cada miembro de la familia González con gratitud antes de regresar a casa. "¡Gracias por hacerme sentir tan especial! Nunca olvidaré este día maravilloso", expresó emocionado.

Los González se despidieron del niño sabiendo que habían hecho una verdadera diferencia en su vida ese día. Comprendieron que no se necesitaba mucho para alegrar el corazón de alguien más: solo amor, generosidad y empatía.

Y así fue como aquel día en el parque se convirtió en una experiencia inolvidable para todos ellos; demostrando que la verdadera magia reside no solo en los sabores dulces de la repostería familiar sino también en compartirlos con quienes más lo necesitan.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!