El Cura Jorobado y las Plantas Bicios



En un pequeño pueblo llamado Floritemporal, había un cura jorobado llamado Don Benito. Don Benito era conocido no solo por su peculiar joroba, que le daba un toque mágico, sino también por su gran amor hacia las plantas.

Cada día, al amanecer, Don Benito se despertaba con una misión: cuidar de su querido jardín lleno de plantas bicios, unas flores de colores vibrantes que solo crecían en el pueblo. Pero había un problema. Con el tiempo, las plantas habían comenzado a marchitarse y perder su color.

"¿Qué les habrá pasado a mis queridas plantas bicios?" - suspiró Don Benito mientras miraba con tristeza sus flores marchitas.

Los niños del pueblo solían jugar cerca del jardín, y al ver a Don Benito tan preocupado, se acercaron.

"¡Don Benito! ¿Por qué está tan triste?" - preguntó Ana, la más curiosa de todos.

"Mis plantas bicios están sufriendo y no sé cómo ayudarles", - respondió él con un suspiro.

Los niños, siempre dispuestos a ayudar, hicieron un círculo alrededor de Don Benito y comenzaron a pensar en soluciones. La pequeña Sofía, que adoraba las plantas, comentó:

"Tal vez necesiten más agua. A veces las flores están sedientas."

"O quizás les falta sol," - sugirió Lucas, mientras miraba al cielo.

Don Benito sonrió al ver el entusiasmo de los niños.

"¡Tienen razón! Pero también hay algo más. Dicen que las plantas necesitan cariño y palabras amables para crecer. ¿Qué les parece si les hablamos y les contamos historias?"

Los niños aceptaron emocionados y se sentaron alrededor del jardín, cada uno con una planta bicios en frente.

"Yo les contaré sobre mi viaje a la playa", - dijo Lucas, mientras acariciaba suavemente las hojas.

"Yo les hablaré sobre mi perro, Max, y sus travesuras", - añadió Sofía con risas.

Día tras día, los niños visitaban a Don Benito y compartían sus historias, risas y buenos momentos con las plantas. Extrañamente, comenzaron a suceder cosas sorprendentes. Poco a poco, las plantas empezaron a florecer una vez más, mostrando colores vivos y aromas únicos.

Un día, mientras estaban en el jardín, Notó que una planta bicios se había vuelto completamente dorada. Era la flor más hermosa que jamás había visto.

"¡Miren esto!" - señaló Don Benito, emocionado.

"¡Es impresionante!" - exclamó Ana, con los ojos brillando.

Sin embargo, la alegría fue interrumpida por la llegada de un villano del pueblo, Don Tristán, quien no creía en la magia de la naturaleza.

"¡Bah! Es solo una flor más. No tiene nada de especial. ¡Voy a arruinar su jardín!" - gritó con voz burlona.

"¡No!" - gritaron los niños al unísono.

Don Benito, aunque un poco nervioso, se interpuso entre Don Tristán y su jardín.

"¡Por favor! Estas plantas son especiales porque crecen con amor y cariño. ¡No las toques!"

"¡Eso no importa! No hay nada en este jardín digno de admiración", - respondió Don Tristán, intentando aplastar la bella flor.

Pero en ese instante, las niñas se llenaron de valor y empezaron a contarle historias, relatos de aventuras y sobre cómo habían ayudado a las plantas.

"Don Tristán, cuando les damos amor y atención, las plantas florecen y nos llenan de alegría!" - dijo Sofía.

Algo inexplicable ocurrió. Mientras los niños compartían sus historias, el aire se llenó de aromas mágicos y una luz brillante rodeó el jardín.

"¿Qué... qué está pasando?" - balbuceó Don Tristán, retrocediendo asombrado.

De pronto, una brisa suave sopló y rodeó a Don Tristán, transformando su frialdad en una sonrisa. Las plantas bicios comenzaron a danzar al ritmo de las historias, llenando la atmósfera de esperanza.

"Quizás haya algo especial en este jardín..." - murmuró Don Tristán, mientras abría los ojos.

"Sí, se trata del amor y la alegría que compartimos. ¡Puedes unirte a nosotros!" - dijo Don Benito.

Y así, comenzó a nacer una nueva amistad entre Don Benito, los niños y Don Tristán. Desde entonces, cada tarde, el jardín se llenó de risas y historias, creciendo aún más hermosamente con el tiempo.

Don Benito, con su joroba y corazón lleno de alegría, se convirtió en el mejor jardinero del pueblo y un símbolo de unión entre las personas. Las plantas bicios florecieron más que nunca, recordándonos que con amor y solidaridad, podemos curar cualquier tristeza.

Y así, Floritemporal floreció como el pueblo más alegre y colorido, gracias al cura jorobado que se convirtió en el guardián de la felicidad.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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