El Cuy Astuto y el Zorro Hambriento



En una colorida y tranquila pradera, vivía un pequeño cuy llamado Cuyito. Era amable, rápido, y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Sin embargo, no todo era paz en la pradera, ya que un astuto zorro llamado Zorrolino rondaba por allí, buscando una deliciosa cena.

Un día soleado, Zorrolino divisó a Cuyito ronroneando entre los arbustos.

"¡Mmm, ese cuyito se ve delicioso!", pensó Zorrolino, mientras cuidadosamente se acercaba.

Pero Cuyito, quien tenía un gran sentido de la intuición, notó que algo no estaba bien. Decidió que era hora de ser astuto y usar su ingenio para escapar. Cuando Zorrolino estuvo lo suficientemente cerca, Cuyito gritó:

"¡Hola, Zorrolino! ¿Cómo estás?"

Zorrolino se detuvo, sorprendido."¿Hola? ¿Me hablas a mí?"

"Sí, sí, soy yo. ¿Sabías que hay una gran fiesta en el otro lado de la pradera? ¡Hay comida para todos!"

El zorro, intrigado por la idea de un festín, preguntó:

"¿Comida? ¿Qué tipo de comida?"

Cuyito, viendo una oportunidad, comenzó a describir un banquete increíble.

"Hay zanahorias frescas, maíz dulce, y las mejores hierbas de la pradera. ¡No te lo puedes perder!"

Zorrolino no pudo resistir la tentación.

"¿Dónde queda?"

Cuyito se rascó la cabeza y dijo:

"Solo sigue este camino y llegarás a un gran árbol. Te daré más detalles allí. Pero es muy urgente, porque empieza en cinco minutos."

Sin perder tiempo, Zorrolino se lanzó a seguir el camino, emocionado. Cuyito le lanzó un guiño y comenzó a correr en dirección opuesta.

Mientras corría, Cuyito escuchó el ruido del zorro detrás de él, cada vez más lejos. Inclusive se permitía una pequeña risa al pensar en lo astuto que había sido. Pero Zorrolino, celoso de no poder se llevar al cuy, decidió intentar un último truco.

"¡Cuyito!", gritó Zorrolino desde la distancia, "¡No corras! Te prometo que no te comeré si me guías hasta la fiesta."

Un poco inseguro, Cuyito se detuvo y le respondió:

"Pero, Zorrolino, no sé si debo confiar en vos. ¿Puedes asegurarlo?"

Zorrolino sonrió con picardía.

"¡Te lo prometo! Solo quiero divertirme un rato."

Cuyito siguió corriendo, pero ahora con una idea brillante en mente. Al llegar a un pequeño riachuelo, decidió buscar algo que pudiera jugarle una broma a Zorrolino.

Cuando Zorrolino llegó al riachuelo, encontró a Cuyito en la orilla, mirando perplejo.

"¡Cuyito! ¿Por qué te quedaste aquí? ¡Vamos!"

Cuyito, con una gran sonrisa, le dijo:

"Zorrolino, hay un pequeño desafío. Tienes que cruzar el agua saltando. Si lo haces, hay una gran sorpresa al otro lado. ¿Te animás?"

Zorrolino, sintiéndose valiente, aceptó el reto. Pero, como el zorro era más pesado y no muy bueno saltando, terminó resbalándose y cayendo de lleno en el agua.

"¡Oh no! ¡Esto no era parte del trato!", gritó Zorrolino, mientras intentaba salir del agua. Cuyito, aunque le daba un poco de pena, no pudo evitar reírse.

"¡Lo siento, Zorrolino! ¡Pero nunca te creería!"

Rendido, Zorrolino trató de salir del agua, pero se dio cuenta de que había un problema. Se había resbalado en el barro y todo iba de mal en peor. El pobre zorro, en su lucha por salir, se atrapó en el barro y se dio cuenta de que sus intentos eran en vano.

"¡Cuyito! Ayúdame, por favor. ¡No quiero quedarme aquí!"

"Zorrolino, lo siento. Pero no puedo ayudarte, porque tú quisiste comerme. Y ahora te toca aprender que no siempre se puede salir con la tuya."

Finalmente, tras un esfuerzo agotador, Zorrolino cayó al agua nuevamente y se sumergió, mientras el cuyito emprendía su camino a casa.

Cuyito comprendió, al mirar hacia atrás, que la bondad y la astucia siempre plagan los corazones, y que a veces un pequeño cambio puede salvar la vida.

Con el tiempo, Cuyito compartió la historia de su encuentro con Zorrolino, recordando a los demás animales que la astucia y la valentía no siempre tienen que ver con ser el más fuerte, sino con elegir hacer lo correcto. Y así, en la pradera, la leyenda del cuy astuto continuó por generaciones, como un recordatorio del valor y la sabiduría de ser ingenioso.

Juntos, los animales de la pradera aprendieron a cuidar de sí mismos y a no dejarse intimidar por los más grandes. Ni Zorrolino pudo consigo mismo, pero su historia se convirtió en una lección valiosa para todos en la pradera.

FIN.

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