El cuy de oro



En un pequeño pueblo en las altas montañas de la cordillera de los Andes, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era un niño curioso y aventurero que siempre estaba buscando tesoros escondidos en el paisaje montañoso.

Un día, mientras exploraba una cueva profunda, Mateo encontró una misteriosa estatua de un cuy dorado. El brillo del cuy de oro lo deslumbró, y Mateo decidió llevarlo a su hogar.

-“¡Mamá, papá, mirad lo que encontré en la cueva! Es un cuy de oro, estoy seguro de que vale una fortuna”- exclamó Mateo emocionado. Sus padres, asombrados por el hallazgo, le recordaron que la codicia y el egoísmo no traen felicidad.

-“Hijo, el verdadero valor de las cosas no siempre está en su precio. Este precioso cuy de oro no debe ser vendido o utilizado para nuestro beneficio personal. Debemos cuidarlo y aprender de él”- le explicaron con sabiduría. Mateo, aunque sorprendido por la respuesta de sus padres, decidió seguir su consejo.

A medida que el cuy de oro permanecía en la casa de Mateo, cosas extrañas empezaron a suceder. La cosecha florecía más que nunca, los animales estaban llenos de vitalidad y las personas del pueblo se volvían más generosas.

Poco a poco, el cuy de oro estaba contagiando con su brillo dorado a todo lo que lo rodeaba.

Mateo entendió que su verdadero valor no estaba en el oro, sino en la alegría y la prosperidad que traía a su hogar y comunidad. Finalmente, el cuy de oro desapareció misteriosamente, pero dejó un mensaje claro para Mateo y su gente: el verdadero tesoro está en la generosidad, la nobleza y el amor.

FIN.

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