El cuy que le gustaba comer solo alfalfa
Había una vez un cuy llamado Cuyito, que vivía en una pequeña granja junto a otros animales. A Cuyito le encantaba la alfalfa, tanto que solo quería comer eso. Sus amigos, una gallina llamada Clari y un pato llamado Pato, siempre le decían que probara otras cosas.
"Cuyito, ¿no querés probar un poco de maíz?" - le decía Clari.
"O un poco de zanahoria, son muy ricas" - agregó Pato.
Pero Cuyito siempre respondía:
"No, gracias. La alfalfa es lo único que me gusta!"
Un día, mientras Cuyito disfrutaba de su alfalfa en el rincón del corral, Clari y Pato decidieron hacerle una broma.
"Cuyito, ven a ver algo increíble" - dijo Clari emocionada, tratando de convencerlo.
"Sí, ven, ¡te va a encantar!" - agregó Pato, dando saltitos.
Cuyito, curioso, se acercó a ellas. Cuando llegó, vio que sus amigos habían organizado un festín con muchas verduras y granos.
"¡Miren todo lo que hay!" - exclamó Clari.
"Es un banquete!" - dijo Pato con su voz aguda.
Cuyito observó la exquisita variedad de colores y olores. Había zanahorias, maíz, brócoli y hasta unas hojas frescas de lechuga. Su estómago hizo un ruido.
"No sé... no quiero dejar mi alfalfa" - dudó Cuyito.
Clari, que tenía la idea de ayudar a su amigo, le dijo:
"Pero Cuyito, la variedad es importante. Podés descubrir nuevos sabores y además, hay muchas cosas ricas para probar. ¿Qué tal si solo pruebas un poquito?"
Cuyito miró la comida, ya no sólo alfalfa, y pensó que quizás podría intentarlo.
"Está bien, solo un poquito" - admitió.
Con gran expectativa, Cuyito tomó una pequeña zanahoria y con cautela le dio un mordisco. Al instante, su cara se iluminó.
"¡Es delicioso!" - gritó sorprendido.
"¡Ves!" - dijo Clari, contenta.
"¿No te gustaría probar algo más?" - preguntó Pato mientras se comía una mazorca.
Cuyito, entusiasmado, se animó a probar un poco de maíz. Lo masticó lentamente, disfrutando cada bocado.
"Esto también me gusta!" - exclamó con alegría.
Así, entre risas y bromas, Cuyito comenzó a comer un poco de cada cosa. El festín seguía, y al final, no se sintió lleno solo de alfalfa, sino de una grandiosa experiencia.
"¡Debería probar cosas nuevas más a menudo!" - se dijo a sí mismo contento.
Desde ese día, Cuyito se volvió un cuy aventurero. Ahora disfrutaba de su alfalfa, pero también se deleitaba con zanahorias, brócoli y hasta trocitos de fruta.
"Gracias, amigos. Aprendí que es bueno abrirse a nuevas cosas" - les dijo a Clari y Pato.
"Siempre puedes contar con nosotros, Cuyito!" - respondieron ellos riendo.
Y así, en la pequeña granja, Cuyito se volvió conocido no solo por su amor a la alfalfa, sino por ser un gran compañero que siempre estaba dispuesto a probar algo nuevo.
Las moralejas de esta historia son: nunca es malo probar cosas nuevas y la variedad siempre puede ser deliciosa. Así aprendió Cuyito que la vida es más rica cuando se exploran diferentes sabores, a la vez que disfrutaba de la compañía de sus amigos. Y, sobre todo, que cada bocado y cada risa compartida son parte de lo mejor de la vida.
FIN.