El Cuy y el Zorro



Érase una vez un pequeño cuy que vivía en un tranquilo campo, rodeado de verdes pastos y flores coloridas. Su nombre era Rufi y, a diferencia de los otros cuyes, tenía un gran ingenio que siempre usaba para salir de situaciones complicadas. Un día, mientras exploraba cerca de un arbusto frondoso, se encontró con un astuto zorro que merodeaba por la zona.

"¡Hola, cuyito!", dijo el zorro con una sonrisa falsa. "He estado buscando algo sabroso para comer y tú pareces una excelente opción".

Rufi, sintiendo que el peligro se acercaba, pensó rápidamente en un plan para engañar al voraz zorro.

"Oh, no!", exclamó Rufi, mientras agitaba sus patitas. "No soy un cuy común y corriente, tengo habilidades especiales. Si me comes, te perderás de una oportunidad única".

"¿Qué habilidades?", preguntó el zorro, intrigado aunque desconfiado.

"Puedo hacer que las frutas más frescas y deliciosas caigan del cielo. Solo necesito la ayuda de un amigo fuerte como tú".

El zorro al escuchar eso, sintió curiosidad.

"¿Frutas del cielo? Eso suena interesante. ¿Cómo lo harías?".

Rufi se rascó la cabeza y continuó su relato, creando una historia increíble.

"Verás, hay un árbol mágico, muy alto y escondido, y si llegamos hasta allí, podré hacer que las frutas más jugosas del campo caigan justo en frente de nosotros".

"¿Y dónde está ese árbol?" preguntó el zorro, ahora más emocionado.

"A tres saltos de aquí, pero primero tenemos que ir a buscar una ramita especial que me ayude a activar su poder. Vos tenés que ser mi compañero, pero necesito que prometas que no me vas a comer hasta que veas las frutas".

El zorro, deslumbrado por la idea de unas frutas caídas del cielo, accedió a la propuesta.

"Está bien, cuy, te prometo que no te comeré hasta que pruebe esas frutas".

Ambos se pusieron en marcha, Rufi guiando al zorro. Tan pronto como pasaron un pequeño arroyo, Rufi se dio cuenta de que habían llegado a la parte más profunda del bosque. En ese momento, el zorro comenzó a impacientarse.

"¿No deberíamos estar cerca del árbol mágico, cuy?" dijo el zorro, mirando a su alrededor.

"Solo un poco más, amigo, el árbol está justo detrás de esa colina", respondió Rufi, señalando no tan lejos.

Una vez en la cima, Rufi tuvo una idea aún más ingeniosa. En lugar de seguir con la historia del árbol mágico, decidió llevar al zorro a un claro donde crecían muchos espinos.

"¡Mirá! Las frutas mágicas están por allí, pero necesitamos llegar a ese claro primero". El zorro, emocionado, continuó persiguiéndolo.

Pero al llegar al claro, Rufi se dio cuenta de que el sol comenzaba a ocultarse.

"¿Sabes qué? Debemos actuar rápido, el tiempo se acaba. Necesito que me ayudes a hacer un círculo en el suelo y que grites con mucha fuerza para activar el poder del árbol".

El zorro, cada vez más ansioso, comenzó a cavar y luego a gritar.

"¡Frutas mágicas, caigan del cielo!" gritó el zorro con toda su fuerza.

Mientras él estaba distraído, Rufi aprovechó la oportunidad y corrió a la pequeña cueva que había en la colina justo detrás del claro. El zorro, al fin cansado y algo confundido, terminó sentándose.

"¿Dónde están las frutas?".

"¡Ja! ¡No hay frutas mágicas!" gritó Rufi desde su escondite. "Eras demasiado confiado, zorro. La astucia y el ingenio son más valiosos que la fuerza bruta. ¡Hasta nunca!". El zorro, furioso pero consciente de que había sido engañado, decidió marcharse, aprendiendo una valiosa lección.

Rufi, por su parte, salió de su escondite una vez que el peligro había pasado, sintiéndose orgulloso de su astucia. Desde aquel día, siguió viviendo feliz y libre en el campo, disfrutando del sol y de su ingenio.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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