El dado aventurero
En un pequeño barrio, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era muy curioso y siempre buscaba nuevas formas de jugar. Un día, encontró un dado mágico en el fondo de su caja de juguetes. Este dado era especial porque, cada vez que lo tiraba, lo llevaba a una aventura diferente.
Lucas, emocionado, decidió probarlo.
- ¡Espero que me lleve a un lugar increíble! - dijo él mientras levantaba el dado en alto.
Con un movimiento rápido, lo lanzó al aire, viendo cómo rodaba y se detenía en el número 3. De repente, un viento suave lo envolvió y, al abrir los ojos, se encontró en un bosque lleno de flores de colores y árboles altísimos.
- ¡Wow! ¡Qué lugar tan hermoso! - exclamó Lucas.
De pronto, una ardilla saltó frente a él.
- Hola, pequeño aventurero. ¡Soy Rocco, la ardilla! Si quieres seguir explorando, debes encontrar tres nueces doradas. ¿Te animas? - dijo Rocco.
- ¡Claro! - respondió Lucas, lleno de entusiasmo.
Lucas buscó entre los arbustos y, tras unos minutos, encontró la primera nuez dorada.
- ¡Una! - gritó felizmente.
Después de un rato largo de buscar, encontró la segunda nuez, y luego, por fin, la tercera.
- ¡Las tengo todas! - dijo Lucas con una sonrisa gigante.
Rocco lo miró con admiración.
- Has sido muy valiente y persistente. ¡Tómate estas nueces como recompensa! - le entregó una bolsa llena de nueces normales.
Lucas agradeció a Rocco y tiró el dado nuevamente, esta vez salió el número 5. Nuevamente, sintió el viento soplando fuerte y, cuando abrió los ojos, estaba en un barco pirata.
- ¡Ahoy, marineros! - gritó un loro parándose en su hombro. - ¡Soy Pipo y tú eres el nuevo pirata!
Confundido, Lucas miró a su alrededor.
- ¡¿Yo? ! Pero no sé nada de ser pirata.
- ¡No te preocupes! - dijo el loro. - Solo tienes que encontrar el tesoro escondido. ¡Sigue el mapa!
Lucas tomó el mapa y comenzó a seguirlo. Santiago, el capitán del barco, lo alentó.
- ¡Buena suerte, pequeño amigo! -
Lucas navegó por islas y esquivó tormentas, hasta que finalmente llegó a un lugar marcado con una 'X'. Cavó con sus manos y, al instante, encontró un cofre lleno de monedas de chocolate.
- ¡Lo logré! - gritó lleno de alegría.
De repente, lanzó el dado nuevamente, que cayó en el número 2. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un circo lleno de colores.
- ¡Hola! - gritó un payaso. - ¿Quieres ser parte de nuestro espectáculo? ¡Debes hacer tres trucos!
- ¿Trucos? - preguntó Lucas, un poco asustado.
- ¡Sí! - respondió el payaso. - El primero es hacer reír a alguien.
Lucas pensó un momento y se le ocurrió contar un chiste.
- ¿Qué le dice un plátano a un semi? - hizo una pausa y luego exclamó - ¡Para de caminar, ¡te vas a pelar!
Todos los presentes comenzaron a reír y Lucas sonrió de felicidad.
- ¡Eso fue genial! - dijo el payaso. - ¡El segundo truco es caminar sobre una cuerda!
Lucas se subió a la cuerda, un poco nervioso, pero recordó las enseñanzas de su familia sobre la importancia de nunca rendirse y logró pasar.
- ¡Sos un verdadero artista! - lo alentó el payaso, mientras él se preparaba para el tercer truco.
- ¿Y cuál es el tercer truco? - preguntó Lucas.
- Tienes que hacer una voltereta y aterrizar con elegancia.
Respirando hondo, Lucas dio un salto, hizo la voltereta y aterrizó de pie, recibiendo aplausos de todos.
- ¡Lo logré! - celebró Lucas.
Finalmente, lanzó el dado una vez más y salió el número 6. Sin poder creer lo que estaba haciendo, cerró los ojos esperando otra aventura. Cuando los abrió, estaba de vuelta en su habitación, con el dado en la mano.
- ¡Fue un día increíble! - murmuró Lucas.
A partir de ese momento, Lucas siempre tenía a su lado el dado aventurero, y cada vez que lo tiraba, aprendía algo nuevo: la perseverancia, la valentía y, por sobre todo, el poder de la amistad. Cada aventura lo acercaba más a sus sueños y lo hacía sentir que podía lograr cualquier cosa.
Y así, con su dado mágico, sus días se llenaron de alegría y aprendizajes que nunca olvidaría.
FIN.