El Daño en la Granja
Había una vez, en un pueblito muy pintoresco, una granja llamada La Alegría. Allí vivía un niño llamado Tomás, su hermana Sofía y su abuelo, Don Manuel. La granja estaba llena de animales felices: gallinas que cacareaban, vacas que mugían y patos que quackeaban. Era un lugar lleno de vida y risas.
Un día soleado, Tomás y Sofía decidieron ayudar a su abuelo a cosechar verduras en el pequeño huerto. Mientras recogían zanahorias y lechugas, Sofía miró hacia el bosque que rodeaba la granja.
- “Tomás, ¿qué pasaría si exploramos el bosque un rato? Siempre he tenido curiosidad por lo que hay más allá de los árboles.”
- “¡Vamos! Pero solo por un rato, abuelo nos dijo que no nos alejemos mucho.”
Y así, con emoción, se adentraron en el bosque, disfrutando de la belleza del lugar. Sin embargo, mientras exploraban, se dieron cuenta de que algunas ramas de los árboles habían caído. Al investigar un poco más, encontraron una pequeña cabaña cubierta de hojas y flores.
- “Mirá, Sofía, ¡una cabaña! ¿Entramos? ”
- “Sí, pero ten cuidado. No sabemos de quién es.”
Al entrar, descubrieron que la cabaña estaba desordenada y llena de objetos extraños. Sin embargo, había algo que llamó su atención: un pequeño roedor, un hámster llamado Pepito, que estaba atrapado debajo de un montón de libros.
- “¡Pobre Pepito! Hay que ayudarlo.”
- “Sí, pero ¿cómo lo hacemos? ¡Es muy pesado! ”
Tomás y Sofía usaron sus manos pequeñas para mover los libros con mucho cuidado. Después de unos minutos de esfuerzo, lograron liberar al hámster.
- “¡Gracias, gracias! ” - dijo Pepito con voz temblorosa. - “No sé qué habría hecho sin ustedes. Estoy muy agradecido. Pero, ¿pueden ayudarme con otro problema? ”
- “Claro, ¿qué necesitas? ”
- “La granja que está detrás de este bosque está en problemas. Un gran árbol cayó y dañó el gallinero. Las gallinas están atrapadas y no pueden salir.”
Tomás y Sofía se miraron preocupados.
- “¿Podemos ayudar a las gallinas? ” - preguntó Sofía con firmeza.
- “Por supuesto, ¡vamos! ” - respondió Tomás.
Así que Pepito los guio hacia la granja dañada. Al llegar, vieron el gran árbol que había caído, bloqueando la entrada del gallinero. Las gallinas estaban asustadas y cacareaban sin parar.
- “¿Y ahora qué hacemos? ” - preguntó Sofía, mirando la situación.
- “¡Debemos mover el árbol! Pero no podemos hacerlo solos.”
- “Yo puedo pedir ayuda a los animales de la granja.” - dijo Pepito.
Así fue como Pepito corrió de regreso, mientras Tomás y Sofía se quedaron ahí, tratando de pensar en una solución. Al poco tiempo, Pepito volvió, acompañado por una cabra, un perro y varios pájaros que volaban en círculos, listos para ayudar.
- “¡Vamos a hacer una cadena! ” - propuso el perro. - “Nosotros empujamos el árbol y ustedes guían a las gallinas hacia la salida.”
Los animales, junto a Tomás y Sofía, trabajaron en equipo. Con un empujón aquí y un aullido allá, lograron mover el árbol lo suficiente para que las gallinas pudieran salir.
- “¡Lo logramos! ” - gritó Sofía entre risas.
- “¡Son libres! ” - agregó Tomás, viendo a las gallinas correr felices.
El granjero, al ver lo que sucedía, salió de su casa y se quedó asombrado por el trabajo en equipo.
- “¡Gracias, niños! No saben cuánto aprecio su ayuda. Pensé que nunca podría liberar a mis gallinas.”
Tomás y Sofía sonrieron y se sintieron orgullosos.
- “Nos ayudamos entre todos. Eso es lo más importante.”
- “¿Podemos venir a visitar algunas veces? ” - preguntó Sofía, emocionada.
- “Claro que sí, siempre son bienvenidos.”
Después de despedirse, Tomás y Sofía regresaron a su granja, contentos por haber formado nuevas amistades y aprendido la importancia de ayudar a los demás. Al llegar a casa, Don Manuel los esperaba en la puerta.
- “¿Qué tal les fue? ” - preguntó con una sonrisa.
- “¡Increíble, abuelo! Hicimos nuevos amigos y ayudamos a salvar a las gallinas.”
- “Exactamente, así creamos un mundo mejor, ayudando al que lo necesita.”
Desde aquel día, Tomás y Sofía no solo cuidaron de su granja, sino que cada vez que podían, iban a ayudar al granjero y a los animales de la granja del bosque. Aprendieron que cada pequeño gesto puede hacer una gran diferencia. Así, la granja La Alegría se convirtió en un símbolo de ayuda y amistad en todo el pueblito.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.