El dedo mágico de Ramón
Era un soleado día en la ciudad de Buenos Aires, y Ramón, un célebre maestro de obras, había decidido tomarse un pequeño descanso de su trabajo habitual en la construcción. Siempre estaba ocupado, pero esa mañana sentía que quería hacer algo diferente y creativo. "Hoy voy a cortar un poco de madera y hacer algo especial para mis hijos", se dijo a sí mismo.
Con entusiasmo, Ramón salió al patio de su casa, donde tenía un montón de tablones. Sin embargo, había algo que dejó de lado y había olvidado en su taller: ¡los guantes! No pensó que necesitaría protección para lo que tenía en mente.
Empezó a medir y marcar la madera con una sonrisa en el rostro. "Esto será un hermoso banco para que mis chicos jueguen en el jardín", comentó mientras observar a su alrededor.
Pero cuando llegó el momento de hacer los cortes, la distracción lo llevó a descuidarse. Mientras manejaba la sierra, un movimiento rápido y brusco lo sorprendió a él más que a la madera. ¡Zas! Un grito resonó en el aire.
"¡Ay, no! ¡Me corté un dedo!", exclamó Ramón, mirando su mano con horror. A pesar del dolor, sabía que debía actuar rápido. Con un torniquete improvisado de un trapo, logró detener la hemorragia y rápidamente fue al médico.
Mientras lo atendían, Ramón pensó en sus hijos. "No quiero que se asusten cuando me vean así", murmuró para sí mismo. Al llegar a casa, sus hijos, Agustín y Lucía, lo recibieron con un gran abrazo.
"¡Papá! ¿Qué te pasó?", preguntó Agustín, preocupado al ver el vendaje en la mano.
"Me hice un pequeño accidente mientras hacía algo especial para ustedes", respondió Ramón con una sonrisa, intentando que no se preocuparan demasiado. Pero sabía que necesitaba usar este momento como una enseñanza.
Esa tarde, Ramón decidió contarles una historia mientras estaban sentados en el jardín. "¿Saben, chicos? A veces cometemos errores y nos hacemos daño haciendo lo que nos gusta, pero eso no significa que debamos rendirnos".
Agustín, curioso, preguntó: "¿Pero papá, cómo se puede evitar que eso pase?"
"¡Buena pregunta, hijo! Siempre debemos recordar que la seguridad es lo más importante. Por eso, deberíamos usar guantes, protección en los ojos y calzado adecuado en el trabajo. Eso nos ayuda a cuidarnos".
Lucía, que había estado pensando, añadió: "Entonces,¿podés seguir haciendo cosas creativas, papá?"
"Claro que sí, y ahora sé que debo hacerlo con más cuidado. Además, aprenderé a ser un mejor maestro para que ustedes también puedan hacer cosas creativas pero de manera segura", afirmó Ramón con renovada determinación.
Los días pasaron y Ramón se recuperó. Su dedo sanó lentamente, pero ese incidente lo hizo reflexionar. Decidió organizar un pequeño taller de manualidades en casa, donde tanto él como Agustín y Lucía pudieran crear cosas juntos.
"Hoy aprenderemos a construir un juguete, ¡y no olvidaremos usar los guantes!", exclamó Ramón, mientras los ojos de sus hijos brillaban de emoción.
Poco a poco, fueron creando una linda casita para pájaros, y todo mientras llevaban puesta su protección.
Aquella experiencia no solo fortaleció el vínculo familiar, sino que también les enseñó a todos que, aunque los accidentes pueden suceder, siempre hay una forma de aprender y mejorar. Desde entonces, el mágico dedo de Ramón se convirtió en un símbolo de cuidado y creatividad.
Cada vez que miraban el banco terminado en el jardín, recordaban que lo más importante no era lo que hacían, sino cómo lo hacían: siempre con seguridad y amor. Y así, Ramón continuó siendo un maestro, no solo de obras, sino de momentos y aprendizajes.
FIN.