El Defensor de Misiones
Era una hermosa mañana en la provincia de Misiones, donde los árboles gigantes y las cascadas cristalinas llenaban el aire con su belleza. En un pequeño pueblo llamado Montecarlo, vivía un valiente niño llamado Andrés Guacurari. Andrés era conocido por su pasión por la naturaleza y su deseo de proteger su hogar.
Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con su amiga, Sofía.
"Hola, Andrés. ¡Mirá cuántas flores hay hoy!" - exclamó Sofía, señalando un claro repleto de coloridas plantas.
"Sí, es hermoso, Sofía. Pero tengo un mal presentimiento..." - dijo Andrés, frunciendo el ceño.
A medida que avanzaban, Andrés vio algo inquietante: algunos hombres estaban llegando al bosque con máquinas grandes y ruidosas.
"¿Qué estarán haciendo, Andrés?" - preguntó Sofía, preocupada.
"Parece que quieren cortar los árboles para construir una carretera. Debemos hacer algo para detenerlo" - respondió Andrés con determinación.
En ese momento, la idea de ser un defensor de la naturaleza nació en Andrés. Corrieron al pueblo y reunieron a todos sus amigos en la plaza.
"Amigos, necesitamos salvar nuestro bosque. Si cortan esos árboles, muchos animales perderán su hogar y nuestra tierra se verá diferente." - empezó Andrés, levantando su voz con energía.
Los chicos asintieron, pero había un problema: los hombres con las máquinas eran muy fuertes y tenían permiso del gobierno para trabajar.
"No podemos hacer nada contra ellos..." - dijo Mateo, su compañero, con una voz triste.
"No te rindas, Mateo. Si nos unimos, podríamos encontrar una solución. ¡Vamos a hablar con los adultos!" - exclamó Sofía.
Así, los niños decidieron presentarse en la reunión del concejo municipal. Cuando Andrés llegó, vio a muchos adultos muy ocupados discutiendo sobre proyectos y dinero.
"¡Disculpen! ¡Necesitamos hablar!" - gritó Andrés, acercándose al micrófono.
Todos se quedaron en silencio, mirando al pequeño con curiosidad.
"Los hombres del bosque quieren cortar árboles y arruinar nuestro hogar. Necesitamos su ayuda para detenerlo" - explicó Andrés, tratando de no temblar.
El alcalde, un hombre mayor, se acercó a Andrés y dijo:
"Es muy lindo que te preocupes por tu entorno, chico. Pero los adultos tienen que hacer trabajo para el progreso".
Andrés sintió que su corazón se hundía. Pero Sofía, que estaba a su lado, intervino:
"Pero, señor alcalde, ¿no hay forma de encontrar un equilibrio? Podemos tener progreso y cuidar de nuestra naturaleza al mismo tiempo. ¿Pueden ayudarnos a organizar una actividad para reforestar el área?".
La sala estalló en murmullos. Algunos adultos estaban de acuerdo, pero otros no estaban seguros.
"Hagamos una votación, entonces. Quien esté de acuerdo con la propuesta de reforestar y hacer senderos en lugar de cortar árboles, que levante la mano" - anunció el alcalde.
Andrés sintió un poco de esperanza. Las manos se levantaron, lentamente al principio, pero luego aumentaron de número.
"¡Lo logramos!" - gritó Andrés, abrazando a Sofía y a Mateo.
De inmediato, comenzaron a planificar un evento donde todos podrían participar. Más vecinos se unieron a la causa y entre risas, ideas y mucha energía, crearon carteles que decían: "¡Salvemos nuestro bosque!".
El día del evento llegó. Todos estaban emocionados y organizados. Plantaron árboles, limpiaron el bosque y pintaron murales en honor a la naturaleza y la amistad. Andrés, con su gorra de explorador, guiaba a los más pequeños, enseñándoles sobre cada especie de planta.
Pamela, una abuelita del pueblo, se acercó a Andrés y le dijo:
"Te felicito, niño. Hay que cuidar de nuestros bosques, son el corazón de nuestra tierra".
Ese día, el pueblo comprendió que era posible el progreso, pero siempre cuidando de la naturaleza. Y así, Andrés Guacurari no sólo se convirtió en un defensor de Misiones, sino que inspiró a todos a cuidar el hogar que tanto amaban. La conexión con la naturaleza se fortaleció, y el pueblo vivió en armonía con el bosque.
Y aunque a veces había desafíos, Andrés sabía que siempre habría un camino a seguir y que, juntos, podían hacer del mundo un lugar mejor.
Fin.
FIN.