El derecho a jugar


Había una vez en un pequeño pueblo, un grupo de niños llamados Martina, Pedro y Sofía.

Ellos vivían en un lugar donde no tenían acceso a parques o juegos divertidos, así que pasaban la mayor parte del tiempo aburridos en sus casas. Un día, escucharon hablar sobre un derecho muy importante que todos los niños debían tener: el derecho a jugar. Decidieron que era momento de hacer algo al respecto.

Los tres amigos se reunieron en la plaza del pueblo y comenzaron a planificar cómo podrían traer diversión y juegos a su comunidad. "¡Debemos hacer algo para que todos los niños puedan disfrutar y ejercer su derecho a jugar!" exclamó Martina con entusiasmo.

"Tal vez podríamos organizar juegos improvisados en la plaza" sugirió Pedro. "¡Sí! Y podríamos pedirle ayuda a los adultos para conseguir materiales para construir juegos" agregó Sofía. Entonces, los niños se propusieron hablar con los adultos del pueblo para exponer su idea.

Para su sorpresa, los mayores los escucharon atentamente y se comprometieron a ayudarlos en la construcción de juegos y en la organización de actividades recreativas. Todos juntos, niños y adultos, trabajaron arduamente para crear un espacio de diversión en la plaza del pueblo.

Mientras tanto, Martina, Pedro y Sofía difundieron la noticia entre los demás niños, quienes se sumaron con alegría a la iniciativa. Finalmente, llegó el gran día de la inauguración del nuevo espacio de juegos.

Los niños estaban emocionados al ver los juegos hechos a mano, los columpios, toboganes, y todo lo que habían logrado construir.

Desde ese día, la plaza se convirtió en un lugar lleno de risas y juegos, donde todos los niños del pueblo tenían la oportunidad de ejercer su derecho a jugar. Martina, Pedro y Sofía comprendieron que habían logrado algo grandioso, y que el trabajo en equipo y la perseverancia pueden hacer que los sueños se hagan realidad.

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