El derecho a soñar bajo el ceibo



Era un día radiante en el bosque donde vivía Valentín, el venado de campo. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas del imponente árbol de ceibo que se alzaba en el centro del claro. Valentín siempre había escuchado que bajo ese árbol sucedían cosas mágicas, y había un rumor entre los animales sobre un antiguo espíritu del bosque que ayudaba a los que soñaban grandes cosas.

Valentín decidió que ese día sería el día en que se acercaría al ceibo y le contaría sus sueños. Sin embargo, antes de llegar, se encontró con su amiga Lila, la ardilla.

"¿A dónde vas tan apurado, Valentín?" - preguntó Lila, dándole una vuelta en el aire.

"Voy a contarle mis sueños al ceibo. Quiero que me ayude a tener aventuras más emocionantes y a hacer amigos nuevos" - respondió Valentín, moviendo la cola con entusiasmo.

"¡Eso suena increíble! Pero, ¿qué tipo de aventuras soñás?" - insistió Lila, curiosa.

"Sueño con correr por campos llenos de flores, saltar sobre arroyos, y conocer a otros animales de lugares lejanos. A veces, siento que necesito más que este bosque" - dijo Valentín con un suspiro.

Mientras caminaban juntos hacia el ceibo, la curiosidad de Lila fue aumentando. Pero de repente, un gran estruendo sacudió el suelo, y un grupo de animales corría en su dirección.

"¡Valentín! ¡Lila! Hay un problema cerca del arroyo!" - gritó Tito, el zorro.

"¿Qué sucedió?" - preguntó Valentín, frunciendo el ceño.

"Un árbol cayó y bloqueó el paso al agua. Sin agua, no podremos jugar y el bosque se secará. Necesitamos ayuda" - explicó Tito, preocupado.

Valentín sintió un tirón en su corazón. Sus sueños de aventuras parecían pasajeros comparados con la necesidad de ayudar a sus amigos.

"Vamos a ayudar!" - dijo con determinación.

Así que, en lugar de ir al ceibo, los tres amigos se unieron a otros animales del bosque.

"¡Juntos podemos mover el tronco!" - gritó Lila mientras alentaba a todos.

"Hay que hacer fuerza y trabajar en equipo" - agregó Valentín, sintiendo que su corazón se llenaba de felicidad al ver a todos colaborar.

Después de mucho esfuerzo, los animales lograron quitar el tronco del arroyo.

"¡Lo logramos!" - celebró Tito, y todos comenzaron a saltar y a jugar en el agua que fluía de nuevo.

Valentín sonreía, pero sentía que algo faltaba, así que se tomó un momento para encontrarse con el viejo ceibo. Allí, se sentó bajo su sombra y exclamó:

"¡Querido ceibo! Hoy descubrí que la verdadera aventura está en ayudar a los demás! Y que siempre habrá tiempo para soñar y jugar".

De repente, el viento sopló suavemente, como si el ceibo le respondiera. Valentín sintió cómo su corazón se expandía.

"¡Lila! Vení, lo entendí! No sólo debes soñar, también hay que vivir esos momentos increíbles con amigos. Vamos a jugar y soñar juntos!" - llamó a su amiga.

"¡Sí! Y también podemos compartir nuestros sueños de aventuras mientras pensamos en los demás" - respondió Lila, contagiándose de la alegría de Valentín.

Así fue como, bajo la sombra del ceibo, Valentín y sus amigos se sentaron a contar historias, a crear nuevas aventuras y a disfrutar de lo que realmente importa: la amistad y la unión en cada momento, disfrutando siempre del derecho a la recreación y la diversión.

Desde aquel día, cada vez que se encontraban con el ceibo, recordaban que ayudar a los demás también puede ser la más emocionante de las aventuras.

FIN.

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