El desafío de la abuela Viví
Había una vez una abuela muy especial llamada Viví. Era conocida en toda la ciudad por su habilidad para ganar siempre en los juegos de mesa. Desde el ajedrez hasta el Monopoly, nadie podía vencerla.
Los niños del vecindario se maravillaban con sus estrategias y trataban de aprender de ella. Un día, Lucas, un niño curioso y valiente, decidió acercarse a la abuela Viví y preguntarle cuál era su secreto para ganar siempre.
Con una sonrisa amigable, la abuela lo invitó a sentarse junto a ella en su jardín. "Lucas, mi querido niño", comenzó la abuela Viví, "no hay un solo secreto para ganar siempre en los juegos de mesa.
Se trata más bien de una combinación de cosas: paciencia, concentración y observación". Lucas asintió con interés mientras escuchaba atentamente las palabras sabias de la abuela. "Cuando juegas un juego", continuó la abuela Viví," es importante no apresurarse.
Debes pensar antes de mover tus fichas o tomar decisiones precipitadas. Recuerda que cada movimiento cuenta". Lucas reflexionó sobre las palabras de la abuela Viví y prometió ponerlas en práctica en su próximo juego.
Pasaron los días y Lucas siguió visitando a la abuela Viví regularmente para jugar diferentes juegos de mesa. Aunque al principio perdía todas las partidas contra ella, poco a poco fue mejorando gracias a los consejos que le había dado.
Un día soleado, mientras jugaban al ajedrez en el parque cercano, ocurrió algo inesperado. La abuela Viví hizo un movimiento arriesgado y Lucas se dio cuenta de una oportunidad para ganar. "¡Jaque mate!", exclamó Lucas emocionado. La abuela Viví sonrió y aplaudió con entusiasmo.
Estaba tan orgullosa de su joven amigo que había aprendido a aplicar sus consejos en el juego. Desde ese día, Lucas se convirtió en un digno adversario para la abuela Viví.
Aunque ella todavía ganaba algunas partidas, él también le daba batalla y cada vez eran partidas más reñidas. Con el tiempo, la fama de la abuela Viví como invencible en los juegos de mesa se fue desvaneciendo.
Pero eso no le importaba en absoluto porque había logrado algo mucho más valioso: haber enseñado a Lucas las habilidades necesarias para ser un jugador excepcional. Juntos, siguieron jugando y disfrutando de su mutua compañía durante muchos años más.
Y aunque la abuela Viví ya no era imbatible, siempre recordaría con cariño aquellos días en los que compartió su sabiduría con Lucas y lo ayudó a convertirse en un gran jugador de juegos de mesa. Y así termina nuestra historia, recordándonos que todos tenemos algo especial que compartir con los demás.
A veces, solo necesitamos encontrar a alguien dispuesto a enseñarnos y guiar nuestros pasos hacia el éxito.
FIN.