El desafío de la Carrera de Sacos



En una soleada tarde de verano, en el barrio de Villa Crespo, se celebraba el tradicional concurso anual de juegos en la plaza. Los niños y niñas se agrupaban con entusiasmo alrededor del escenario improvisado.

En primer lugar, los organizadores anunciaron la carrera de sacos, una competencia que siempre generaba gran expectativa. La regla era simple: quien llegara primero a la meta, dando saltos dentro de un saco de arpillera, sería el ganador.

Los participantes se prepararon ansiosos para la emocionante prueba. En la línea de largada se encontraban Martín, el niño más veloz del vecindario, Sofía, una nena muy hábil con los juegos, y Juan, un pequeño muy decidido que quería demostrar sus habilidades.

Cuando el silbato sonó, los tres pequeños saltaron con destreza dentro de los sacos y comenzaron a avanzar. El público los alentaba con euforia, creando un ambiente festivo y bullicioso. -¡Vamos, Martín, tú puedes! -gritaba su papá desde la multitud.

-¡Dale, Sofía, no te detengas! -exclamaba su hermanito. -¡Aguante, Juan, tú eres el mejor! -gritaban los amigos desde la primera fila. La competencia estaba reñida y ninguno daba su brazo a torcer. Sin embargo, algo sorprendente sucedió cuando estaban a pocos metros de la meta.

En lugar de seguir compitiendo, Martín, Sofía y Juan se detuvieron y, con una sonrisa, se quitaron los sacos y avanzaron tomados de la mano, cruzando juntos la línea final.

El público estalló en aplausos y vítores, emocionado por el gesto de amistad y solidaridad de los pequeños. Los tres amigos demostraron que, aunque la competencia es emocionante, la verdadera victoria está en compartir, apoyarse y disfrutar juntos.

Desde ese día, la carrera de sacos se convirtió en un símbolo de unión y compañerismo en el barrio de Villa Crespo.

FIN.

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