El desafío de la galleta con lefa


Había una vez en una pequeña aldea, un grupo de amigos llamados Tomás, Martina, Sofía y Juan. Les encantaba jugar juntos y retarse en diferentes desafíos. Un día, decidieron organizar una competición especial: la galleta con lefa. La regla era sencilla: quien perdiera en las pruebas debía comerse una galleta con lefa. Todos aceptaron el reto sin imaginarse lo que les esperaba.

El primer desafío fue una carrera de sacos. Sofía, conocida por su velocidad, ganó la prueba y eligió a Juan como el perdedor. Juan, aunque un poco asustado, cumplió con valentía y se comió la galleta con lefa. El sabor era realmente desagradable, pero se mantuvo firme. Luego, llegó el turno de una competencia de adivinanzas. Esta vez, Martina perdió y, sin dudarlo, probó la galleta con lefa. Aunque le costó tragarla, lo hizo sin quejarse.

Tomás, el considerado estratega del grupo, ganó la siguiente prueba. Sin embargo, decidió que era injusto seguir castigando a sus amigos con la repugnante galleta, por lo que propuso un cambio en las reglas. En lugar de comer la galleta con lefa, el perdedor tendría que realizar una acción graciosa o vergonzosa. Todos estuvieron de acuerdo y la competición continuó con desafíos cada vez más divertidos y creativos.

Finalmente, después de muchas pruebas emocionantes, todos se dieron cuenta de que lo importante no era castigar al perdedor, sino disfrutar del compañerismo y la diversión. Aprendieron que la verdadera competición era superarse a sí mismos y disfrutar del juego limpio. Desde ese día, cada desafío se convirtió en una oportunidad para fortalecer su amistad y demostrar su creatividad y valor.

El desafío de la galleta con lefa se convirtió en una historia que contaron a muchos otros niños, inspirándolos a buscar la diversión y la camaradería en sus propios desafíos. La aldea se llenó de risas y amistad, gracias a la lección aprendida por estos valientes amigos.

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