El desafío de los hermanos reales
Había una vez en un reino muy lejano, un rey llamado David que tenía tres hijos: Martín, Sofía y Tomás.
El rey David era conocido por ser justo y sabio, y siempre se preocupaba por el bienestar de su pueblo. Un día, el rey David decidió darles una lección a sus hijos sobre la importancia de la honestidad y la humildad.
Convocó a Martín, Sofía y Tomás al salón del trono y les dijo:"Hijos míos, hoy les propongo un desafío. Les daré cada uno una moneda de oro y los enviaré al mercado. El que logre hacer el mejor uso de su moneda será coronado como mi heredero".
Los tres hermanos aceptaron el desafío con entusiasmo y partieron hacia el mercado. Martín decidió comprar comida para repartirla entre los más necesitados del reino. Sofía optó por adquirir semillas para plantar árboles frutales en los terrenos baldíos del castillo.
Mientras que Tomás compró telas para confeccionar ropas para los habitantes más pobres. Al regresar al castillo, el rey David observó las acciones de sus hijos con orgullo pero también con sorpresa. Habían demostrado generosidad, creatividad e ingenio en sus elecciones.
"Martín, has mostrado compasión por tus súbditos", dijo el rey. "Sofía, has pensado en el futuro del reino plantando árboles frutales. Y Tomás, has contribuido a vestir a quienes menos tienen".
Luego miró a sus hijos con una sonrisa cálida y continuó:"Mis queridos hijos, han demostrado grandes virtudes hoy. La honestidad, la humildad y la solidaridad son cualidades fundamentales para gobernar con sabiduría. "El rey David abrazó a Martín, Sofía y Tomás emocionado.
"No hay mayor riqueza que tener corazón noble", les dijo. Finalmente, el rey David decidió nombrarlos coherederos del trono real para que juntos pudieran seguir guiando al pueblo hacia un futuro próspero y lleno de bondad.
Y así fue como Martín, Sofía y Tomás aprendieron una valiosa lección aquel día: que las verdaderas riquezas no se miden en oro ni joyas, sino en actos de amor hacia los demás.
FIN.