El desafío de Mateo en Dulcelandia



En un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, se encontraba la famosa fábrica de chocolate del Rey Chocolate.

Todos los habitantes del lugar adoraban el delicioso chocolate que producía el rey, y cada año se celebraba el Concurso Comer, donde los más valientes competían para ver quién podía comer la mayor cantidad de chocolates en un tiempo determinado. Un año, un niño llamado Mateo soñaba con participar en el concurso.

A pesar de ser muy pequeño, su amor por el chocolate era tan grande como su corazón. Sin embargo, todos en Dulcelandia se burlaban de él y decían que no tenía oportunidad contra los grandes y fuertes competidores. Pero Mateo no se dio por vencido.

Decidió entrenar día y noche para mejorar su resistencia y velocidad al comer chocolates.

El Rey Chocolate, al enterarse de la determinación del niño, decidió darle una oportunidad especial: si lograba llegar a la final del Concurso Comer, tendría la posibilidad de trabajar en la fábrica de chocolate como aprendiz. El día del concurso llegó y Mateo estaba nervioso pero emocionado. La competencia fue intensa, con participantes comiendo chocolates a una velocidad increíble.

Pero Mateo sorprendió a todos demostrando una técnica impecable y una resistencia asombrosa. Finalmente, solo quedaron él y el campeón reinante, un hombre enorme conocido como "El Devorador". La última ronda consistía en comer tantos chocolates como pudieran en cinco minutos.

"-¡Vamos Mateo! ¡Tú puedes hacerlo!"- animaban los habitantes de Dulcelandia. La campana sonó y ambos comenzaron a devorar los chocolates sin parar. A pesar de estar exhausto, Mateo seguía adelante con determinación mientras El Devorador mostraba señales de cansancio por primera vez.

Al finalizar el tiempo reglamentario, se contaron los chocolates consumidos por cada uno. Para sorpresa de todos, Mateo había igualado la cantidad del campeón reinante.

Era un empate histórico que nunca antes se había visto en el Concurso Comer. El Rey Chocolate anunció entonces que habría una ronda extra para definir al ganador: debían comerse un último chocolate gigante hecho especialmente para la ocasión. "-¡Vamos Mateo! ¡Tú puedes lograrlo!"- gritaron emocionados sus amigos desde las gradas.

Con fuerzas renovadas por el apoyo de quienes creían en él, Mateo tomó el último chocolate gigante y lo saboreó lentamente mientras disfrutaba cada mordisco.

Al término del tiempo estipulado, levantó triunfante los brazos pues había sido capaz de terminarlo primero. El Rey Chocolate proclamó a Mateo como ganador absoluto del Concurso Comer y nuevo empleado honorario de la fábrica real.

Desde ese día en adelante, todos admiraban al valiente niño que demostró que con esfuerzo y perseverancia se pueden alcanzar grandes sueños aunque parezcan imposibles.

FIN.

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