El desafío de Mateo y el leñador contra la bruja


Había una vez en un lejano reino un valiente príncipe llamado Mateo, que vivía en un hermoso castillo rodeado de altas murallas. Mateo era conocido por su valentía y generosidad, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano al castillo, se encontró con un humilde leñador llamado Juan. Juan estaba preocupado porque una malvada bruja del campo había hechizado su cabaña y no podía volver a su hogar.

"¿Qué te preocupa, buen hombre?" preguntó el príncipe Mateo al ver la tristeza en los ojos del leñador. "Oh, noble príncipe, una bruja malvada ha hechizado mi cabaña y no puedo regresar. No sé qué hacer", respondió Juan con pesar.

Mateo decidió ayudar al leñador y juntos se dirigieron hacia la cabaña encantada. En el camino, se encontraron con la bruja del campo, una mujer anciana con una risa siniestra y ojos brillantes como brasas.

"¡Jajaja! Así que vienes a desafiar mis poderes, príncipe arrogante", dijo la bruja con voz chillona. Mateo no se amedrentó y desafió a la bruja a liberar la cabaña del hechizo maligno.

La bruja aceptó el desafío bajo una condición: si el príncipe lograba vencerla en un juego de ingenio antes de que saliera la luna llena esa noche, levantaría el hechizo sobre la cabaña. El príncipe Mateo aceptó el reto sin dudarlo.

La bruja propuso un acertijo complicado que debía ser resuelto antes de medianoche. El tiempo corría y parecía que la bruja tenía todo bajo control.

Sin embargo, justo cuando faltaban unos minutos para que saliera la luna llena, Juan tuvo una brillante idea y susurró al oído del príncipe la solución al acertijo. Con astucia e inteligencia, Mateo respondió correctamente ante asombro de todos los presentes. La bruja del campo enfurecida cumplió su palabra y levantó el hechizo sobre la cabaña del leñador.

Juan estaba tan agradecido que ofreció al príncipe Mateo quedarse en su humilde morada durante esa noche como muestra de gratitud. El noble príncipe aceptó gustoso y pasaron horas compartiendo historias junto al fuego hasta que llegó el amanecer.

Al día siguiente, cuando Mateo regresó al castillo, llevó consigo las enseñanzas aprendidas durante aquella noche mágica: nunca subestimar a nadie por humilde que sea su apariencia; siempre estar dispuesto a ayudar al prójimo; y nunca temer enfrentarse a los desafíos con valentía e ingenio.

Y así fue como el valiente príncipe Mateo demostró que las grandes aventuras pueden surgir de los encuentros más inesperados en este mundo lleno de magia y sorpresas.

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