El desafío de Ramiro


Había una vez en el bosque de Villa Conejitos, un conejo llamado Ramiro. Ramiro era diferente a los demás conejos, ya que desde pequeño descubrió su pasión por el deporte y en especial por el salto alto.

Mientras los demás conejitos jugaban a las escondidas o recolectaban zanahorias, Ramiro practicaba incansablemente para mejorar su salto. Un día, se enteró de un gran torneo de atletismo que se llevaría a cabo en la pradera del bosque.

Ramiro no dudó ni un segundo en inscribirse y comenzó a entrenar aún más duro para estar preparado. Todos los animales del bosque estaban sorprendidos al ver lo alto que podía saltar Ramiro, algunos incluso pensaban que tenía alas escondidas.

Llegó finalmente el día del torneo y la emoción invadía a todos los participantes. Había carreras de velocidad, lanzamiento de zanahorias y, por supuesto, la competencia estelar: el salto alto.

Cuando llegó el turno de Ramiro, todos contuvieron la respiración al verlo correr velozmente hacia la barra de altura. Con un impulso increíble, saltó tan alto que parecía tocar las nubes con sus patitas.

-¡Increíble! ¡Es imposible que haya alguien que salte más alto que él! -exclamaba emocionado uno de los búhos jueces. Pero justo cuando todos creían que Ramiro ganaría fácilmente, apareció un misterioso animal cubierto con una capa oscura. Nadie sabía quién era ni de dónde venía, pero estaba decidido a desafiar al conejo deportista.

La competencia se volvió cada vez más intensa mientras ambos atletas superaban alturas nunca antes vistas en el bosque. El misterioso animal demostraba una destreza impresionante en cada salto, poniendo en aprietos a nuestro querido Ramiro.

Finalmente llegaron a la altura máxima y ambos animales se prepararon para intentar superarla. Con un silencio sepulcral cubriendo la pradera, ambos corrieron y saltaron con todas sus fuerzas.

Fue entonces cuando algo inesperado sucedió: el misterioso animal perdió equilibrio en pleno salto y parecía caer al vacío. Sin pensarlo dos veces, Ramiro extendió sus patitas lo más que pudo y logró atrapar al extraño animal justo antes de tocar tierra firme.

-¡Gracias por salvarme! -exclamó el misterioso animal revelando ser un murciélago-. No quería ganarte deslealmente; solo quería demostrar mi valentía. Ramiro sonrió comprensivamente y le tendió una pata amistosa al murciélago.

Juntos caminaron hacia la multitud reunida en la pradera donde fueron recibidos con aplausos y muestras de admiración por parte de todos los animales presentes. Desde ese día en adelante, Ramiro entendió que no todo se trataba solo de ganar competencias sino también de ser generoso y amable con los demás.

El murciélago se convirtió en su amigo inseparable y juntos inspiraron a todos los habitantes del bosque a seguir sus sueños sin importar las dificultades que pudieran encontrar en el camino.

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