El desafío del cactus



Un día soleado, mientras caminaba por el parque, me encontré con algo curioso: un cactus. Mirándolo detenidamente, no pude evitar recordar a mi amiga Vicky, quien siempre decía que era difícil cuidar de las plantas. "Se me murieron dos cactus porque se me olvidó regarlos"-, me comentó una vez, riéndose de su torpeza. Sin embargo, estaba decidido a mantener este cactus vivo, al menos hasta que encontrara a Vicky para contarle sobre mi descubrimiento.

De repente, mientras lo sostenía con fuerza, apareció un hombre de piel muy oscura, con una sonrisa amplísima. "¡Hola! ¿Qué haces con ese cactus?"- preguntó.

"Estoy pensando en cuidar de él. Es para una amiga que tiene problemas con sus cactus"-, respondí, un poco sorprendido por su aparición.

"¡Excelente! Pero tengo un desafío para vos"-, dijo el hombre, sus ojos brillando de emoción. "Si lográs encontrar todos los cactus en América del Sur, te daré un secreto mágico sobre cómo cuidarlos"-.

Inmediatamente, sentí un cosquilleo de aventura en mi estómago. "¿De verdad? ¿Cuántos cactus hay?"- le pregunté, intrigado.

"Hay más de diez tipos conocidos, cada uno con su propia belleza y magia. Pero no será fácil. Estate atento y presta atención a lo que te rodea"-, advirtió.

Sin pensarlo dos veces, decidí aceptar el desafío. Corriendo por el parque, me imaginé en los desiertos argentinos y las montañas de Bolivia.

Mientras seguía la pista de los cactus, cada vez que encontraba uno, descubría algo nuevo. Encontré cactus de todos los tamaños y formas.

"¡Mirá este, tiene flores lilas!"- exclamé al encontrar un cactus que nunca había visto antes. Al tocarlo, sentí una energía especial. Era como si cada cactus me estuviese contando su historia, las adversidades que había superado para crecer en un ambiente tan duro.

La travesía no fue fácil. Cada vez que pensaba que ya había terminado, aparecía una planta más, recordándome que siempre hay algo nuevo por descubrir. "A veces, a los cactus les cuesta florecer, pero cuando lo logran, son los más bellos"-, reflexioné en voz alta.

Finalmente, después de un largo día, volví al parque donde había comenzado. Exhausto, pero también emocionado, encontré de nuevo al hombre.

"¡Lograste encontrar varios cactus! ¿Qué aprendiste en tu aventura?"- preguntó con una sonrisa.

"Aprendí que cuidar de algo requiere tiempo y dedicación, y que cada cactus es especial"-, respondí con orgullo.

El hombre asintió. "Esa es la clave. El secreto mágico que te prometí es que, al igual que con los cactus, en la vida debemos tener paciencia y amor. Si cuidas de tus sueños con el mismo esmero, florecerán de maneras maravillosas"-.

Con una nueva motivación, regresé a casa, mi cactus en brazos y mil historias en mi corazón. Ahora sé que cuidar de algo no solo se refiere a regar plantas, sino a dar amor a lo que nos rodea. Como Vicky con sus cactus, también yo puedo aprender a ser mejor cuidador y amigo."

FIN.

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