El desafío del cóndor y el zorro
En un hermoso día de invierno, el cóndor y el zorro se encontraron en un lago congelado. El sol brillaba en lo alto y la superficie del hielo resplandecía como un gran espejo. Ambos animales eran admirados por todos en el bosque: el cóndor, por su majestuoso vuelo y el zorro, por su astucia. Hoy, sin embargo, el clima era diferente.
"¡Hey, zorro!" - llamó el cóndor, extendiendo sus grandes alas. "Sé que sos el más astuto, pero yo soy el más fuerte. ¿Qué te parece si hacemos una competencia sobre el hielo? A ver quién puede soportar más tiempo aquí parado."
El zorro, sintiéndose desafiado, sonrió con picardía.
"¡Acepto tu desafío, cóndor! Pero hay una condición: si me ganas, deberás volar tan alto que toques el sol. Si yo gano, ¡tendrás que bailar para todos en el bosque!"
A ambos les emocionó la idea. La noticia se esparció rápidamente por el bosque, y todos los animales se reunieron alrededor del lago para presenciar el increíble duelo.
El cóndor se paró en un extremo del hielo, mientras que el zorro eligió el otro.
"Que comience el desafío..." - dijo el cóndor, y ambos levantaron sus patas y garras.
Los minutos pasaron, y el viento soplaba con un frío cortante. Los animales veían con expectación. El primer desafío fue mantener el equilibrio mientras el hielo crujía.
"¡Esto es fácil!" - exclamó el zorro, mientras se movía con gracia. Pero con cada movimiento, el hielo vibraba más y más.
De repente, un fuerte crujido resonó y ambos animales se sorprendieron.
"Creo que el hielo se está rompiendo, zorro. Tal vez deberíamos detenernos" - sugirió el cóndor, preocupado por la seguridad de su amigo.
"No, cómo voy a rendirme ahora. Soy el zorro más astuto y no le tengo miedo a nada. ¡Acepto el reto!"
El cóndor sabía que el zorro era tenaz, así que decidió seguir adelante. El frío se sentía más intenso, y el pequeño zorro comenzó a temblar. Empezó a recordar sus días soleados en el bosque.
"¡Zorro, recuerda lo bien que te va cuando juegas en la tierra cálida!" - dijo el cóndor tratando de animarlo.
"Pero no puedo rendirme. Si no aguanto, me perderé la oportunidad de demostrar que soy el más fuerte" - replicó el zorro, apretando los dientes.
De repente, mientras el cóndor comenzó a tambalearse sobre el hielo, el zorro sintió un gran dolor en su corazón. Se dio cuenta de que, al final, no se trataba de ser el más fuerte, sino de cuidar de los que querían verlo bien.
Con esa reflexión, el zorro gritó: "¡Lo entendí! Esperá, cóndor, creo que hemos jugado lo suficiente. Este desafío no vale la pena si tenemos que poner en riesgo nuestras vidas. ¡Nadie debe morir por una apuesta!"
El cóndor, temblando por el frío y la preocupación por el zorro, asintió.
"Me alegra que lo entiendas, amigo. La verdadera fortaleza está en saber ceder y proteger a los demás. Vayamos juntos a jugar en el bosque donde todos son felices, y ¡podamos olvidarnos de esta apuesta!"
Los animales alrededor aplaudieron al escuchar las palabras del zorro.
"Bien hecho, zorro. No hay nada más fuerte que un corazón que sabe cuándo renunciar!" - agregó uno de los ciervos del público.
Los dos amigos se alejaron del hielo a paso firme y se unieron a los demás animales en una alegre danza en el bosque, donde la risa y la diversión reemplazaron a las tensiones del desafío. Desde aquel día, el cóndor y el zorro nunca olvidaron que ser el más fuerte no siempre significa ser el que más aguanta, sino aquel que cuida de sus amigos y los valora realmente.
FIN.