El desafío del puente de San Roque


En la pintoresca ciudad de San Roque, todos los días se repetía la misma escena: el puente sobre el río se elevaba para permitir el paso de los barcos. Y justo en ese momento, siempre ocurría lo inesperado. Un pequeño auto rojo, conducido por el valiente Lucas, se acercaba a toda velocidad sin darse cuenta de que el puente estaba por levantarse. Lucas no podía ver la señal que indicaba que el puente estaba por elevarse, ya que estaba muy distraído jugando con su teléfono. El puente se levantó, y el auto de Lucas quedó atrapado justo en el centro.

-“¡Oh no! ¡Ahora estamos atrapados en el puente! ” exclamó Lucas con preocupación. El puente estaba demasiado alto para saltar, y no había forma de que el auto pudiera retroceder antes de que el puente se bajara nuevamente. La situación parecía muy complicada.

De repente, un grupo de niños que pasaba por allí se acercó al puente.

-“¿Qué pasó, Lucas? ¿Estás bien? ”, preguntó Sofía, la líder del grupo.

-“¡Estoy atrapado en el puente! ¡No sé qué hacer! ” lamentó Lucas. Los niños se miraron entre ellos y comenzaron a idear un plan para ayudar a Lucas. Decidieron actuar con rapidez y cada uno se puso manos a la obra. Con herramientas que encontraron por ahí, lograron desmontar el asiento del acompañante y, con esfuerzo, empujaron el auto hacia atrás. Con mucha preocupación, lograron liberar el coche poco antes de que el puente empezara a bajar.

-“¡Wow, muchísimas gracias! No sé qué hubiera hecho sin su ayuda”, agradeció Lucas, con un gran alivio.

-“¡De nada, Lucas! Pero asegúrate de prestar más atención la próxima vez”, dijo Sofía con una sonrisa. A partir de ese día, Lucas prometió nunca más distraerse al volante, y siempre estar atento a las señales de tránsito. Y los niños se sintieron muy felices al haber ayudado a su amigo. Desde entonces, en San Roque no se olvida la lección de prestar siempre atención a las señales, no solo en la carretera, sino también en la vida.

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