El descubrimiento de Héctor
Había una vez, en lo más profundo de la selva, un niño llamado Héctor. Un día, mientras caminaba sin rumbo y confundido por no recordar su nombre, llegó a un hermoso río.
Héctor se acercó al agua y vio una pequeña barca abandonada. Sin pensarlo dos veces, decidió subirse a ella y navegar río abajo en busca de respuestas. Mientras remaba con fuerza, Héctor se encontró con un hipopótamo que nadaba cerca de la orilla.
El hipopótamo le sonrió amablemente y le dijo: "Hola, soy Hugo, el hipopótamo humilde. ¿En qué puedo ayudarte?"Sorprendido por la generosidad del hipopótamo, Héctor le contó sobre su situación y cómo había perdido su nombre.
Hugo pensó por un momento y luego exclamó: "¡Tengo una idea! Te daré la letra —"h" para que puedas empezar a reconstruir tu nombre". Agradecido por la ayuda de Hugo, Héctor continuó navegando río abajo hasta encontrarse con un elefante entusiasta llamado Ernesto.
Ernesto era muy amigable y siempre estaba lleno de energía. Héctor compartió su historia con Ernesto quien inmediatamente dijo: "¡No te preocupes! Te daré la letra —"e" para que puedas seguir armando tu nombre".
Héctor sonrió emocionado por tener otra pista para descifrar su identidad. Siguiendo su travesía por el río, Héctor llegó a un árbol donde había una cotorra cariñosa llamada Carolina.
La cotorra escuchó atentamente la historia de Héctor y le dijo: "¡Claro que te ayudaré! Te daré la letra —"c" para completar tu nombre". Con cada encuentro, Héctor se sentía más cerca de descubrir quién era realmente. Siguió remando hasta encontrarse con un tucán tenaz llamado Tomás, quien le dio la letra —"t" .
Luego, un orangután ordenado llamado Óscar le proporcionó la letra —"o" . Finalmente, cuando Héctor estaba a punto de llegar al final del río, se topó con un rinoceronte rápido llamado Roberto.
Roberto corrió hacia él y exclamó: "¡Aquí está tu última pista! Te daré la letra —"r" para completar tu nombre". Lleno de emoción y gratitud por todos los animales que lo habían ayudado en su travesía, Héctor juntó todas las letras que había recolectado y las ordenó cuidadosamente.
Al pronunciar su nombre completo por primera vez en mucho tiempo, Héctor sintió una alegría indescriptible. Se dio cuenta de que no solo había recuperado su identidad perdida sino también había ganado nuevos amigos en el camino.
Agradecido por todo lo aprendido durante su aventura en la selva, Héctor decidió regresar a casa llevando consigo las enseñanzas de humildad, entusiasmo, cariño, tenacidad y ordenamiento que cada animal le había transmitido.
Desde ese día en adelante, Héctor vivió una vida llena de valentía y determinación. Siempre recordaba a sus amigos animales y cómo le ayudaron a encontrar su verdadero yo.
Y así, esta historia nos enseña que no importa cuánto nos hayamos perdido, siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos a encontrarnos de nuevo. Además, cada encuentro en nuestra vida puede dejarnos una valiosa enseñanza si estamos abiertos a aprender. Fin.
FIN.