El descubrimiento de Maddi




Maddi era una niña muy creativa a la que le encantaba pintar. Pasaba horas en su habitación dibujando coloridos paisajes y criaturas mágicas. Sin embargo, Maddi tenía un problemita: siempre dejaba sus crayones, pinceles y juguetes regados por el suelo. A pesar de las advertencias de sus padres, parecía que nunca lograba mantener su habitación ordenada.

Un día, mientras jugaba en su habitación, tropezó con uno de sus juguetes y cayó al suelo golpeándose. Aunque no fue un gran golpe, Maddi se asustó mucho y se puso a llorar. Sus padres, al escuchar el ruido, corrieron a ver qué sucedía. Al ver a Maddi en el suelo, comprendieron que era hora de tener una seria conversación.

- ¿Estás bien, mi amor? -preguntó su madre mientras la ayudaba a levantarse.

- Sí, pero me caí por mi culpa. Dejé los juguetes regados por toda la habitación y no puedo ser más desordenada -respondió Maddi entre sollozos.

Su padre, con voz suave, le dijo: - Sabemos que te encanta pintar y jugar, pero es importante mantener las cosas ordenadas para evitar accidentes como este. Te ayudaremos a encontrar una manera divertida de mantener tu habitación organizada.

Los padres de Maddi le propusieron un juego: por cada juguete que ella guardara en su lugar, ganaría una estrella. Cuando reuniera diez estrellas, podría elegir una actividad divertida para hacer en familia. Maddi aceptó emocionada.

Con la ayuda de sus padres, Maddi aprendió a clasificar sus juguetes y materiales de arte. Crearon juntos cajas y estantes para que todo tuviera su lugar. Cada vez que Maddi guardaba algo, sus padres celebraban con aplausos y risas, motivándola a seguir.

Poco a poco, la habitación de Maddi se transformó en un espacio ordenado y acogedor. Cada vez que entraba, se sentía orgullosa de su logro. Y cuando finalmente completó su colección de diez estrellas, eligió ir juntos al parque a volar su cometa.

Desde ese día, Maddi entendió la importancia de mantener el orden y la seguridad en su vida. Aprendió que ser creativa y ordenada no estaban peleados, sino que podían coexistir de una manera armoniosa. Y cada vez que pintaba, lo hacía con una sonrisa, sabiendo que al terminar dejaría su espacio impecable. Y así, Maddi vivió muchas aventuras, siempre recordando que el orden puede ser tan divertido como pintar un hermoso cuadro.

FIN.

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