El descubrimiento del colibrí




Había una vez un pequeño colibrí llamado Pablo que viajaba un día con su familia por el bosque. Mientras revoloteaban entre los árboles, Pablo vio algo brillar en la distancia.

Decidió acercarse para ver de qué se trataba y descubrió que era una hermosa flor muy jugosa. - ¡Miren lo que encontré! - exclamó Pablo, emocionado. Su mamá, Carlota, y su papá, Juan, se acercaron para ver la maravillosa flor.

- ¡Es increíble! Nunca habíamos visto una flor así - dijo Carlota. - Y además, tiene un aroma delicioso - agregó Juan, mientras probaba el néctar de la flor. De repente, un zumbido se escuchó desde lejos. Era Manuela, la abeja, que se acercaba rápidamente.

- ¡Hola, amigos colibrí! ¿Qué han encontrado? - preguntó la abeja con entusiasmo. - ¡Esta flor tan deliciosa! - respondió Pablo. - ¿Te gustaría probarla? - le ofreció Carlota. Manuela probó el néctar de la flor y quedó encantada.

- ¡Es exquisita! ¡Nunca había probado algo así! ¿Dónde la encontraron? - preguntó la abeja. - Estaba brillando entre los árboles - contestó Juan. - Creo que esta es una flor muy especial y única en el bosque - reflexionó Pablo.

- Sí, y debemos cuidarla para que siempre esté aquí para nosotros y para los demás animales - agregó Carlota. Los colibríes y la abeja se comprometieron a proteger la flor y a compartir su néctar con las demás criaturas del bosque.

Desde ese día, la flor se convirtió en un símbolo de amistad y cuidado entre los habitantes del bosque.

Y el pequeño colibrí Pablo aprendió que, a veces, las cosas más maravillosas se encuentran cuando menos te lo esperas, y que es importante preservar y compartir la belleza que nos rodea.

FIN.

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