El descubrimiento del saltamonte de la buena suerte


Martín, un niño de 7 años, estaba aburrido en el patio de la escuela cuando de repente vio algo brillante en el suelo. Era un hermoso saltamonte de color verde con manchas doradas.

Martín lo observó con curiosidad y el saltamonte le guiñó un ojo. -¡Hola, soy Santi el saltamonte de la buena suerte! -exclamó el insecto. Martín, sorprendido, se acercó lentamente.

Santi le explicó que había estado perdido por muchos años y que finalmente había encontrado el lugar perfecto para quedarse: la escuela de Martín. Juntos, el niño y el saltamonte vivieron muchas aventuras, ayudando a sus compañeros y maestros con su suerte y alegría. Un día, Martín se dio cuenta de que Santi estaba triste.

El saltamonte le confesó que extrañaba su hogar en un prado lejano. Martín, decidido a ayudar a su amigo, organizó junto a sus compañeros una recolección de semillas para crear un hermoso prado en la escuela.

Cuando Santi vio el prado, sus ojos brillaron de emoción y gratitud. Finalmente, Martín entendió que la verdadera buena suerte viene de hacer el bien a los demás. Santi decidió quedarse en la escuela, donde siempre sería recordado como el saltamonte de la buena suerte.

Con su amistad y bondad, Martín demostró que, a veces, la buena suerte se encuentra en ayudar a otros.

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