El Deseo de las Estrellas
En un pequeño pueblo, bajo un cielo estrellado, vivía un niño llamado Tomás. Tomás tenía una gran curiosidad por el universo y pasaba noches enteras observando las estrellas desde su ventana.
Una noche, mientras miraba las constelaciones, notó que una de ellas brillaba más que las demás.
"Mirá, mamá, esa estrella brilla tanto como un deseo", dijo emocionado.
Su mamá sonrió y le respondió: "Cada estrella tiene su propia historia, Tomás. Los deseos pueden viajar entre ellas."
Tomás quedó maravillado con la idea y decidió que quería hacer un deseo.
"¿Y cómo hago un deseo?" preguntó.
"Solo tenés que ver la estrella que brilla más y pedirlo con todo tu corazón a la noche. Pero recuerda, los deseos deben ser sinceros y para el bien de los demás", le contestó su mamá.
Al día siguiente, el niño fue al parque y vio a sus amigos tristes porque sus mascotas habían desaparecido. Esto le hizo pensar en su deseo.
"Voy a pedir que regresen las mascotas de todos", se dijo a sí mismo. Esa noche, miró la estrella brillante y gritó: "Estrella hermosa, deseo que las mascotas de mis amigos vuelvan a casa."
De repente, una luz fugaz surcó el cielo. Tomás se sintió esperanzado, pero al día siguiente no sucedió nada.
"Quizás no era un deseo lo bastante fuerte", pensó Tomás.
Decidido a hacer algo, reunió a sus amigos. Juntos, hicieron carteles y fueron por todo el barrio buscando pistas sobre las mascotas desaparecidas.
"¡Hay que tocar cada puerta y preguntar!" dijo Ana, una de sus amigas.
Y así, daban paso a paso, llenando páginas de su cuaderno con pistas y lugares donde podrían haber visto a las mascotas. Pero aunque investigaron y buscaron, no tuvieron éxito.
Ya casi al final del día, cuando estaban desanimados, se encontraron con un anciano en el parque que estaba alimentando a unos gorriones.
"¿Qué les pasa, chicos? Se los ve tristes", les preguntó.
"Estamos buscando a nuestras mascotas perdidas", respondió Tomás. El anciano sonrió y les dijo: "A veces, el amor que le damos a las criaturas se refleja en nuestras acciones. Quizás podrían hacer algo especial por ellas."
Tomás se quedó pensando.
"¿Qué te parece si hacemos un festín para recibirlas?", sugirió. Los demás se entusiasmaron.
Así que comenzaron a recopilar alimentos y preparar una gran fiesta en el parque, para que las mascotas pudieran sentir que las estaban buscando.
Al caer la noche, el cielo se iluminó con la misma estrella brillante, y mientras tanto, los chicos reían y disfrutaban de la comida. De repente, escucharon un ruido en un arbusto, era el gato de Tomás, seguido por los otros animales que estaban perdidos.
- “¡Mirá! Están volviendo”, gritó Juan, saltando de alegría.
Los chicos corrieron hacia sus mascotas, llenos de felicidad.
"No puedo creerlo, ¡funcionó!" exclamó Tomás con una sonrisa.
- “No fue solo el deseo, Tomás. Fuiste vos y tus amigos quienes hicieron que esto sucediera. Nunca dejes de buscar y ayudar a otros”, le recordó el anciano que los observaba a la distancia.
Desde ese día, Tomás no solo siguió deseando a las estrellas, sino que también aprendió que los deseos sin acciones son solo sueños. Así, él y sus amigos se unieron para crear el “Club de los Deseos”, donde siempre ayudaban a otros en necesidad. Y cada vez que miraban al cielo, lo hacían recordando que sus acciones podían hacer brillar incluso a las estrellas más lejanas.
Y así, entre peticiones sinceras, esfuerzo y compañerismo, el pueblo de Tomás se llenó de luz, amor y muchas estrellas por cada deseo cumplido.
FIN.