El deseo de Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo que soñaba con tener una vida llena de aventuras y emociones.

A pesar de vivir en una humilde casita junto a su abuela, Mateo siempre creía en la magia y en las posibilidades que el mundo le ofrecía. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Mateo se encontró con un anciano misterioso que vendía objetos extraños y antiguos.

Entre todos los artículos curiosos, llamó la atención de Mateo una lámpara brillante y pulida como ninguna otra que hubiera visto antes. Intrigado, Mateo decidió comprar la lámpara con sus ahorros y llevarla a casa.

Al frotarla suavemente para limpiarla, quedó sorprendido al ver salir de ella un genio alto y bondadoso. "¡Hola, joven! Soy Genaro, el genio de esta lámpara. Has liberado mi poder y ahora concederé tres deseos", dijo el genio con una sonrisa cálida.

Mateo no podía creer lo que estaba viendo, pero decidió aprovechar la oportunidad para hacer realidad sus sueños más anhelados. Después de pensarlo detenidamente, pidió su primer deseo:"Deseo tener un caballo veloz para explorar nuevos lugares y vivir grandes aventuras".

En ese instante apareció ante él un hermoso caballo blanco como la nieve, listo para llevarlo a donde quisiera. Emocionado por su nuevo compañero de viaje, Mateo montó al caballo y juntos partieron hacia tierras desconocidas llenas de misterios y peligros.

Durante su travesía, Mateo se enfrentó a desafíos inesperados pero siempre contando con la ayuda del genio Genaro y la valentía que había encontrado dentro de sí mismo.

Con cada obstáculo superado, Mateo se sentía más fuerte y seguro de sí mismo.

Llegando al final del camino después de muchas peripecias emocionantes e inolvidables -que incluyeron conocer nuevos amigos-, Mateo decidió pedir su segundo deseo:"Deseo tener el conocimiento necesario para ayudar a mi comunidad y hacer del mundo un lugar mejor". En ese momento sintió cómo todo el saber del universo fluía dentro de él: sabiduría ancestral sobre plantas medicinales, técnicas agrícolas innovadoras e ideas creativas para resolver problemas cotidianos.

Con este nuevo don, Mateo regresó a su pueblo listo para poner en práctica todo lo aprendido. Con dedicación y esfuerzo logró transformar su comunidad en un lugar próspero donde todos vivían en armonía y solidaridad.

La gente lo admiraba por sus habilidades únicas e inspiradoras palabras llenas de esperanza. Finalmente llegó el momento de pedir su tercer deseo al genio Genaro:"Deseo tener la felicidad eterna compartiendo mis dones con quienes más lo necesiten".

Y así fue como Mateo descubrió que la verdadera magia reside en ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, en encontrar alegría en las pequeñas cosas cotidianas y en valorar cada instante como si fuera único e irrepetible.

Desde entonces se convirtió en leyenda viva del pueblo argentino: El Niño Mágico que cambió el mundo con amor y sabiduría infinita.

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