El Deseo de Matt
Había una vez un niño llamado Matt, que tenía el cabello castaño y ojos brillantes que reflejaban su alegría. Sin embargo, Matt estaba un poco enfermo y no podía salir a jugar con sus amigos. A pesar de no poder correr ni reír al aire libre, tenía un gran corazón que siempre deseaba lo mejor para los demás.
Un día, mientras miraba por la ventana, vio a sus amigos jugando a la pelota en el parque.
"¡Ojalá todos estuvieran bien y pudieran jugar!", deseó Matt con todas sus fuerzas.
Sin embargo, al día siguiente, cuando se despertó, se sintió igual que antes. "Quizás mi deseo no se escuchó", pensó un poco triste. Pero ese día, sus amigos decidieron hacer algo especial.
"Hoy es un día especial, Matt. ¡Te hemos traído algo!", dijo Sara, su mejor amiga, con una gran sonrisa.
"¿Qué es?", preguntó Matt, intrigado.
Los amigos de Matt habían encontrado una forma mágica de darle un gran deseo. Habían recolectado notas de papel donde cada uno escribió su deseo: que todos estuvieran sanos y felices. Un pequeño grupo de amigos se reunió y eligieron hacer un hermoso ritual en el parque.
"Vamos a lanzar juntos los deseos al aire", propuso Tomás.
Así que, en el corazón del parque, todos los niños formaron un círculo y comenzaron a contar hasta tres. Lanzaron sus notas al cielo y el viento sopló con fuerza, como si estuviera portando sus deseos. Magia sucedió y, de repente, un destello de luz iluminó el lugar.
"¡Miren!", gritó Ana, señalando hacia el cielo.
Todos observaron cómo la luz brillaba y, al instante, Matt sintió un cosquilleo en su interior. Para su sorpresa, se sintió mucho mejor.
"¡Estoy mejor! ¡Estoy mejor!", exclamó.
Pero lo más impresionante fue que al mirar a sus amigos, vio que todos estaban más sanos y llenos de energía.
"¡VIVAN LOS DESEOS!", gritaron todos al unísono.
Sin embargo, lo que no sabían era que la luz mágica no había solo curado sus cuerpos, sino que había fortalecido su vínculo de amistad. Desde ese día, Matt y sus amigos se dieron cuenta de lo poderoso que es desear lo mejor para los demás. Juntos, decidieron que todos los sábados iban a reunirse con el objetivo de ayudar a otros niños que pasaban por situaciones difíciles.
Organizaron actividades en el parque, donde se divertían y también recaudaban juguetes y alimentos para donarlos.
"Cada pequeño deseo cuenta", explicó Matt en una reunión.
"Así como el viento llevó nuestros deseos, nosotros también podemos llevar alegría a otros", añadió Sara entusiasmada.
Los días pasaron, y cada vez más niños se unían a su causa. Matt aprendió una valiosa lección: a veces no se trata de recibir lo que uno desea, sino de hacer algo grande por aquellos que nos rodean. Los deseos, cuando se comparten, crecen y se multiplican. Y con cada rayo de sol que los iluminaba, la risa en el parque se multiplicaba, como si sus deseos estuvieran danzando juntos en el viento.
FIN.