El deseo de Oliver



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un niño llamado Oliver. Era un niño curioso y aventurero, al que le encantaba explorar los rincones más escondidos del bosque que rodeaba su casa.

Un día, mientras jugaba cerca de un arroyo, Oliver descubrió una extraña burbuja flotando en el agua. La burbuja brillaba con colores brillantes y parecía estar emitiendo un suave resplandor.

Intrigado, decidió tocarla y, para su sorpresa, la burbuja se abrió revelando a una hada diminuta en su interior. - ¡Hola! Soy Lila, el hada de las burbujas encantadas -dijo la diminuta criatura con una sonrisa-. Has liberado mi burbuja y ahora te concederé tres deseos.

Oliver no podía creer lo que estaba viendo. Pensó detenidamente en sus deseos y finalmente decidió pedirle a Lila algo especial. - Quiero tener el poder de hacer felices a todas las personas que me rodean -dijo con determinación.

Lila asintió con alegría y agitó su varita mágica. En ese momento, Oliver sintió una energía cálida recorrer todo su cuerpo. Sabía que algo había cambiado en él, pero no sabía exactamente qué era.

Los días pasaron y Oliver comenzó a notar que cada vez que sonreía o ayudaba a alguien, algo mágico ocurría a su alrededor.

Las plantas florecían más hermosas cuando pasaba cerca de ellas, los animales se acercaban amigablemente y hasta el clima parecía ser más benévolo cuando él estaba presente. Un día, mientras paseaba por el pueblo, vio a una anciana triste sentada en un banco del parque. Se acercó a ella con amabilidad y le ofreció compañía.

La anciana comenzó a contarle sus preocupaciones y tristezas, pero poco a poco fue dejando salir también sus alegrías y recuerdos felices. De repente, la anciana se detuvo y miró fijamente a Oliver con asombro. - ¡Eres un verdadero ángel! -exclamó emocionada-.

Desde que llegaste aquí mi corazón se ha llenado de paz y esperanza. Oliver sonrió ampliamente al darse cuenta de que su deseo se había cumplido. No necesitaba nada más para ser feliz que hacer felices a los demás.

Y así siguió viviendo aventuras mágicas junto a Lila, llevando alegría por donde quiera que pasara. Y colorín colorado... este cuento encantado se ha terminado.

FIN.

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