El Deseo de Os
En un rincón colorido de una ciudad llena de luces y risas, vivía un bebé encantador llamado Os. Con solo un año, tenía un don especial: podía hacer que lo que deseaba apareciera mágicamente, simplemente cerrando los ojos y deseándolo con todas sus fuerzas.
Un día, mientras jugaba con sus bloques de colores, Os pensó en un jugoso pedazo de sandía. Así, sin más, la fruta apareció frente a él. Os sonrió y se quedó mirando la sandía, moviendo sus manitas de alegría.
A esa misma hora, sus padres, Ana y Martín, estaban en la cocina.
- “No, Os, no podés tener eso a esta edad, es muy peligroso,” dijo Ana, preocupada de que su hijo se atragantara.
Os alzó las cejas, confundido, pero siguió disfrutando de su sandía mágica en silencio.
Con el paso de los días, Os comenzó a darse cuenta de que cada vez que desear algo, sus padres lo negaban con frases protectoras.
- “Os, no podés tener un perro. Es demasiado trabajo para nosotros,” decía Martín, mientras su hijo lo miraba con tristeza al ver cómo una pequeña perra se acercaba a ellos.
Y así, poco a poco, los deseos de Os empezaron a desvanecerse. Las criaturas mágicas que antes lo rodeaban comenzaron a desaparecer, y su sonrisa también se iba apagando con el tiempo. Aunque sus padres lo amaban profundamente, no se dieron cuenta de que sus palabras estaban apagando la chispa de su hijo.
Un día, mientras jugaban en el parque, Os vio una mariposa colorida volando cerca de él. La miró con envidia, deseando atraparla. Cerró los ojos:
- “Quiero tener esa mariposa,” pensó.
Pero en ese instante, su mamá lo llamó:
- “Os, no te acerques a esa mariposa, no vas a poder atraparla, son muy rápidas.”
Al abrir los ojos, la mariposa se había ido volando. La tristeza invadió el corazón de Os. Sin sus deseos, ya no podía disfrutar de su magia.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Os decidió que tenía que hacer algo. Cerró los ojos y pensó en lo que había perdido: la sandía, el perro y la mariposa. Con el corazón lleno de esperanza, deseó recuperar su poder.
Al instante, una suave luz iluminó su habitación, y una pequeña hada apareció.
- “Hola, Os. He venido a ayudarte. Tu poder está ahí, solo necesitas creer en ti y olvidar las palabras que te han limitado.”
Os la miró con sorpresa.
- “¿Pero cómo? ” preguntó con voz temblorosa.
- “Debes recordar que tú puedes, sin importar lo que digan los demás. Los deseos sinceros son más fuertes que el miedo.”
Os sonrió, y el hada le mostró cómo visualizar sus deseos con claridad.
A la mañana siguiente, con el sol brillando, decidió probarlo. Miró por la ventana y vio a un perrito jugando en la calle. Pensó:
- “Quiero jugar con ese perrito.”
Cerró los ojos con todas sus fuerzas y, al abrirlos, se encontró en el parque, rodeado de una multitud de perros juguetones. Su risa resonó, y su corazón se llenó de alegría.
Por fin, sus padres llegaron y se sorprendieron al ver a su hijo rodeado de mascotas.
- “Os, ¿cómo hiciste esto? ” preguntó Ana, sonriendo.
- “¡Yo puedo, mamá! Nací para desear y hacer realidad mis sueños.”
Martín observaba perplejo.
- “¿Y si se escapan o se hacen travesuras? ”
- “Puedo aprender a cuidarlos y jugar con ellos, solo necesito que confíen en mí,” respondió Os, mostrándoles el brillo en sus ojos.
Ana y Martín, viendo la reacción de su hijo, decidieron dejar que sus sueños volaran sin límites. Y desde entonces, aprendieron a apoyarlo a expresar sus deseos, ayudándolo a encontrar maneras seguras de hacerlos realidad.
Os, lleno de energía y felicidad, ya no volvía a guardar sus deseos. Y así, aunque sus padres siempre estarán allí para protegerlo, juntos aprendieron que el amor y la confianza son la base para que los sueños y deseos florezcan.
FIN.