El deseo de Pedro y Luna
Pedro se despertó con el canto del gallo y decidió salir a ver cómo amanecía ese día en su granja.
Al abrir la puerta, sus ojos se abrieron como platos al ver un gran círculo resplandeciente en medio de su patio. - ¡Qué es esto! -exclamó Pedro sorprendido. Se acercó lentamente al extraño círculo brillante y notó que emitía un calor reconfortante. Sin pensarlo dos veces, decidió adentrarse en él.
Al hacerlo, sintió una sensación de paz y calma que lo invadió por completo. Dentro del círculo, Pedro se encontró con una criatura mágica: era un hada pequeña y radiante que lo saludó con una sonrisa. - Hola, Pedro.
Soy Luna, la guardiana de la luz -dijo el hada con voz melodiosa-. He venido a tu granja para concederte un deseo especial. Pedro no podía creer lo que estaba viendo y escuchando.
¿Un deseo especial? ¿De verdad era posible? - Quisiera que mi granja fuera aún más próspera y feliz -respondió Pedro emocionado. Luna asintió con dulzura y extendió su varita mágica sobre los campos de Pedro.
De repente, las plantas comenzaron a crecer más rápido y más fuertes, los animales parecían estar llenos de vitalidad y alegría, y hasta el sol brillaba con más intensidad sobre la granja. - Tu deseo ha sido concedido, Pedro -dijo Luna-.
Pero recuerda siempre ser agradecido por todo lo que tienes y cuidar de tu hogar con amor y dedicación. Pedro asintió emocionado y agradecido. Prometió seguir el consejo del hada Luna y cuidar de su granja como nunca antes lo había hecho. Desde ese día, la granja de Pedro floreció como nunca antes.
Los vecinos venían maravillados a visitarla e incluso algunos decían haber visto destellos de luz provenientes del patio de Pedro durante las noches claras.
Y así, gracias al encuentro con el hada Luna en el círculo resplandeciente en su patio aquella mañana mágica, Pedro aprendió el valor del agradecimiento, la importancia del cuidado hacia la naturaleza y descubrió que los deseos pueden hacerse realidad cuando vienen del corazón.
FIN.