El Deseo de Pinito
Había una vez un pequeño pino llamado Pinito que vivía en un hermoso bosque. Desde que era una plantita, soñaba con convertirse en un árbol de Navidad. Veía cómo los grandes árboles eran taladrados por los leñadores y llevados a las casas, donde los adornaban con luces y esferas, y eso lo llenaba de felicidad.
Un día, mientras conversaba con sus amigos, un roble anciano le dijo: "Pinito, ser un árbol de Navidad suena maravilloso, pero nunca debes olvidar tu hogar en el bosque."
Pero Pinito no escuchó, y siguió soñando. Así que, cuando el invierno llegó y los leñadores llegaron al bosque, Pinito dio lo mejor de sí y creció lo suficiente para ser elegido. "¡Este soy yo, mi oportunidad!" dijo emocionado.
La pequeña leñadora Carolina lo vio y, con un brillo en sus ojos, se lo llevó a su casa. Pinito estaba encantado. "Finalmente, soy un árbol de Navidad!" pensó mientras Carolina lo adornaba con luces brillantes y coloridas, y le colgaba esferas relucientes.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, Pinito comenzó a sentir algo extraño. "¿Por qué me siento tan cansado?" se preguntaba. Pronto se dio cuenta de que, con cada día que pasaba en la casa, sus agujas se marchitaban y su color verde brillante se desvanecía. "Carolina, me siento diferente, tengo miedo de perder mi belleza."
Carolina lo miró preocupada y dijo: "Pero Pinito, eres el árbol navideño más hermoso de todos. Pero... ¿por qué te sientes así?"
Pinito, con lágrimas en sus hojas, respondió: "Echo mucho de menos mi hogar en el bosque. Ya no puedo sentir el viento en mis ramas ni escuchar el canto de los pájaros. Quiero volver."
Carolina, al oírlo, sintió una profunda tristeza. Sabía que, a pesar de lo hermoso que era en su hogar, no podía llevarlo de regreso al bosque. "Lo lamento, Pinito, pero ya no puedes volver. Estás aquí para alegrar nuestras fiestas."
Pasaron los días y, mientras el tiempo avanzaba, la Navidad llegó a su fin. Carolina empezó a quitarle los adornos. Cada luz que se apagaba hizo que Pinito se sintiera más y más vacío. "Ya no soy un árbol de Navidad, solo soy un pino marchito," susurró con melancolía.
Una mañana, después de las fiestas, Carolina decidió llevar Pinito a un rincón de su jardín. "A partir de ahora, serás mi árbol, y siempre te cuidaré. Debes saber que aun marchito, eres especial para mí."
Pinito no comprendía, pero a medida que pasaban los días, empezó a sentir cómo los rayos del sol volvían a acariciar sus hojas. En su nuevo hogar, comenzó a recibir el agua de lluvia y el amor de Carolina.
De repente, notó algo impresionante: nuevas agujas comenzaron a germinar. "¡Mira, Carolina! Estoy volviendo a crecer!" gritó con alegría.
Carolina sonrió y dijo: "Ves, nunca olvidé lo especial que sos para mí. Siempre serás un árbol increíble, sin importar dónde estés."
Con el tiempo, Pinito se convirtió en un árbol aún más fuerte y hermoso que antes. Aunque no podía volver al bosque, había encontrado un nuevo propósito. "Gracias, Carolina, por darme una segunda oportunidad. Estoy feliz aquí y siempre seré tu árbol."
Y así, Pinito aprendió que a veces nuestros sueños pueden cambiar, pero eso no significa que no podamos ser felices en el lugar que estamos.
Y cada invierno, en lugar de ser un simple árbol de Navidad, se convirtió en el árbol de los sueños, donde todos los niños del vecindario venían a contar sus deseos.
Y aunque no pudo volver al bosque, entendió que el amor y el cuidado podían florecer en cualquier lugar. Fin.
FIN.