El deseo de Sofía



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Madera, donde vivía una niña llamada Sofía. Sofía era muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras nuevas.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una vasija de barro muy antigua y misteriosa. Sofía decidió llevársela a su casa y limpiarla con mucho cuidado.

Para su sorpresa, al frotar la vasija comenzó a brillar intensamente y de repente apareció Carvena, un hada diminuta que había estado atrapada dentro de la vasija por cientos de años. Carvena le explicó a Sofía que ella tenía el poder de concederle tres deseos, pero con una condición: debían ser deseos que vinieran del corazón y que no fueran egoístas.

Sofía estaba emocionada y se puso a pensar en qué pedir. "Quiero que todos los animales del bosque tengan suficiente comida todos los días", dijo Sofía con determinación. Carvena sonrió y agitó su varita mágica.

Al instante, el bosque se llenó de frutas jugosas y nueces sabrosas para que todos los animales pudieran alimentarse adecuadamente. "¡Gracias Carvena! Ahora mi segundo deseo es...

quiero que todos los niños del pueblo tengan acceso a educación de calidad", expresó Sofía con alegría. Nuevamente, Carvena hizo un gesto con su varita mágica y al día siguiente aparecieron maestros expertos dispuestos a enseñar a todos los niños de Villa Madera, sin importar sus recursos económicos. "¡Wow! Esto es increíble.

Mi último deseo es... quiero que mi abuelita se cure de su dolor en la espalda para poder bailar juntas como solíamos hacerlo", dijo Sofía con ternura. Carvena asintió con cariño y lanzó un destello brillante sobre la abuelita de Sofía.

De repente, la abuelita sintió un calor reconfortante recorrer su cuerpo y se levantó sin dolor alguno. Las dos comenzaron a bailar felices al ritmo de la música del pueblo.

Desde ese día en adelante, Villa Madera floreció gracias a los deseos sinceros de Sofía. Los animales vivían en armonía, los niños aprendían cada día más y los abuelitos disfrutaban de largas tardes bailando junto a sus nietos.

Y así fue cómo una simple vasija cambió para siempre la vida en Villa Madera gracias al corazón generoso e inteligente de una niña llamada Sofía.

FIN.

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