El Deseo de Vega



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Arcoíris, donde vivía una niña llamada Vega. Desde que era muy pequeña, Vega soñaba con tener un unicornio. Todos los días, cuando regresaba del colegio, se sentaba en su jardín y cerraba los ojos, imaginando cómo sería montar a su unicornio mágico por los campos llenos de flores.

"¡Oh, cómo me gustaría tener un unicornio para mi cumpleaños!", suspiraba Vega.

Pasado mañana era su cumpleaños, y la niña soñaba con que aquel día, su deseo mágico se hiciera realidad. En la escuela, sus amigos le preguntaban qué quería de regalo.

"¡Un unicornio!", exclamó Vega emocionada.

"¿De verdad crees que eso puede pasar?", le preguntó su amigo Simón, con una gran sonrisa.

"No lo sé, pero nunca se sabe. A lo mejor, es el día más mágico de todos", contestó Vega.

Al llegar a casa, Vega decidió escribir una carta al universo. Agarró una hoja de papel y escribió: 'Querido universo, para mi cumpleaños, me gustaría un unicornio. Te prometo que lo cuidaré con todo mi amor y lo haré feliz'. Luego, colocó la carta en un globo y lo liberó al viento.

El día de su cumpleaños llegó y Vega se despertó con gran expectativa. Al bajar corriendo las escaleras, se encontró con su familia y amigos preparados para celebrar. La casa estaba decorada con globos, serpentinas y un enorme pastel.

"¿Me trajeron mi unicornio?", preguntó Vega con una sonrisa.

"Hoy va a ser un día lleno de sorpresas", dijo su mamá, guiñándole un ojo.

Vega corrió a abrir todos sus regalos, pero ninguno era un unicornio. Se sintió un poco decepcionada, pero decidió disfrutar de su fiesta. Jugaron, comieron pastel y bailaron hasta que se cansaron. Al atardecer, su madre le dijo:

"Vega, ven, hay algo más que quiero que veas".

Curiosa, siguió a su madre hacia el jardín. Allí, había un gran arco de flores y, justo en el medio, había un hermoso caballo blanco con una crin brillante y dorada.

"¡Es un unicornio!", gritó Vega, sin poder contener su alegría.

"No es un unicornio de verdad, pero es un caballo que parece uno y que también es mágico de su propia manera", explicó su mamá.

Vega se acercó al caballo, le acarició su suave pelaje y le dio un beso en la frente. En ese momento, sintió que un gran vínculo se formaba entre los dos.

"¿Puedo montarlo?", preguntó emocionada.

"Por supuesto que sí, pero recuerda, la magia de un unicornio no solo está en su apariencia, sino en el amor y cuidado que le des", respondió su mamá.

Vega montó el caballo y, con cada trote, su felicidad aumentaba. Junto a su nuevo amigo, recorrió el jardín, rió y jugó. Al final del día, miró al cielo y recordó su carta dedicada al universo.

"Quizás no era un unicornio como los de los cuentos, pero este caballo es tan especial como yo lo imaginaba", pensó.

A esa noche, mientras se preparaba para dormir, Vega sonrió al recordar los momentos mágicos que vivió en su cumpleaños. Agradeció por su nuevo amigo que, aunque no era un unicornio de verdad, traía la misma magia que siempre había soñado.

Esa noche, Vega aprendió que la verdadera magia reside en las experiencias y el amor que compartimos, no solo en los deseos cumplidos.

Así, desde aquel día, Vega y su caballo, a quien decidió llamar 'Estrella', vivieron muchas aventuras. A veces, los sueños no se cumplen de la manera que esperamos, pero eso no significa que no sean especiales y mágicos.

FIN.

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