El deseo del lobo



Había una vez un lobo solitario llamado Lucho que vivía en un bosque frondoso. Aunque tenía un gran corazón, su aspecto aterrador hacía que todos los niños del pueblo cercano se asustaran al verlo. Siempre que Lucho se asomaba entre los árboles, los niños gritaban y salían corriendo.

Una noche, mientras la luna brillaba con su luz plateada, Lucho se sentó en una roca y miró al cielo. "Oh, luna hermosa, por favor, enséñame a tener amigos. Sé que soy feo, pero no soy una mala persona"," susurró con tristeza.

La luna, que había escuchado su pedido, decidió ayudarlo. "Lucho, si realmente deseas hacer amigos, debes mostrarles tu verdadero yo. Empieza por ser amable y hacer cosas buenas", le respondió la luna.

Con renovada esperanza, Lucho se armó de valor y decidió salir de su escondite. El día siguiente, vio a un grupo de niños jugando en el río. Pensó en lo que le había dicho la luna y comenzó a ayudar. Al ver que un niño estaba a punto de caer al agua, el lobo se lanzó rápidamente y lo salvó.

"Gracias, lobo", dijo el niño, y aunque estaba asustado, se dio cuenta de que Lucho había hecho algo valiente. Sin embargo, al ver su cara, los demás niños gritaron y huyeron. Lucho se sintió herido, pero decidió no rendirse.

Días pasaron y Lucho continuó haciendo buenas acciones. Un día, vio a una niña llorando porque había perdido su muñeca. Se acercó discretamente y, con su gran olfato, encontró la muñeca atascada entre unas ramas.

"Aquí está tu muñeca", dijo Lucho, intentando sonar amable.

La niña, sorprendida, miró a Lucho con curiosidad. "¿Eres tú el lobo que salvó a Diego?", preguntó. Lucho asintió con la cabeza. "Sí, soy yo, solo quiero ayudar", respondió con una voz suave.

La niña sonrió y dijo: "Gracias, lobo. No eres tan malo como parece, solo eres un poco diferente". Desde aquel día, Juanita, así se llamaba la niña, empezó a jugar con Lucho. Ella le contó a sus amigos cómo había conocido al lobo, y poco a poco, fueron dejando de correr asustados.

Pero no todo fue fácil. Un día, un grupo de niños decidió hacer una broma pesada. Se pintaron las caras de forma aterradora y corrieron hacia Lucho gritando. Lucho se asustó y salió corriendo, pensando que había retrocedido en su camino a la amistad.

Sin embargo, Juanita y algunos niños que ya lo conocían lo alcanzaron. "¡Esperá, Lucho! No te asustes, ellos solo quieren jugar", gritó ella.

Los niños se detuvieron al ver la preocupación en el rostro de Juanita. "No queríamos hacerte enojar", dijo una de las niñas. "Solo queríamos divertirnos un poco. Te pedimos disculpas".

Lucho, todavía temeroso, soltó un leve gruñido. La luna, que miraba desde lo alto, sonriendo ante la valentía de Lucho, le dijo: "A veces, los amigos no llegan como nosotros esperamos. Debes mostrarles que eres diferente".

Decidido a no ser un lobo temido, Lucho se acercó lentamente y dijo: "Está bien, pero no me vuelvan a asustar. Solo quiero jugar y ser amigo de todos". Los niños, al escuchar su voz amable, sonrieron y comenzaron a jugar juntos.

Con el tiempo, Lucho se convirtió en el mejor amigo del grupo. Jugaban al escondite, hacía carreras y organizaban picnics en el bosque. Ya no era el lobo solitario que todos temían, sino un amigo querido por todos.

Cierta noche, mientras el grupo de amigos miraba la luna, Lucho sonrió y dijo: "Gracias, luna. Hoy aprendí que no importa cómo te veas por fuera, lo que realmente importa es el corazón". Y así, el lobo aprendió que la amistad se construye con bondad, valentía y sinceridad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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