El deseo del niño



Había una vez un niño llamado Pepito, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos y montañas. Era un niño muy curioso y siempre estaba buscando aventuras.

Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, Pepito se dio cuenta de que tenía un diente flojo.

¡Estaba emocionado! Sabía que si dejaba ese diente debajo de su almohada por la noche, el hada de los dientes vendría a llevárselo y le dejaría algo especial a cambio. Esa noche, antes de irse a dormir, Pepito colocó su pequeño diente debajo de la almohada con mucha emoción. No podía esperar para ver qué le dejaría el hada de los dientes.

Se durmió rápidamente con una sonrisa en su rostro. Cuando despertó por la mañana y levantó su almohada, encontró una moneda brillante en lugar del diente.

Pero esta vez fue diferente; había algo más junto a la moneda: una nota del hada de los dientes. —"Pepito" , decía la nota escrita con letras doradas, "he decidido concederte un deseo especial por cada diente que me entregues. Piensa bien lo que deseas". Pepito no podía creerlo.

¡Tenía tantos deseos en mente! Pero solo uno ocupaba sus pensamientos: quería volver a ver a su abuelito, quien había fallecido hace unos años. Con mucho entusiasmo, Pepito escribió otro mensaje al hada:"Querida hada de los dientes, Mi deseo más grande es poder ver a mi abuelito otra vez.

¿Puedes hacerlo realidad?"Pepito dobló la nota y la dejó debajo de su almohada junto con el diente que acababa de perder.

Esa noche, mientras Pepito dormía, el hada de los dientes leyó su mensaje y sintió el deseo sincero del niño en su corazón. Sabía que tenía que ayudarlo a cumplir ese anhelo tan especial. Al día siguiente, cuando Pepito despertó y levantó su almohada, no encontró ningún regalo material como en otras ocasiones.

Pero algo maravilloso estaba por suceder. De repente, una bruma mágica llenó la habitación de Pepito y una figura familiar apareció frente a él. Era su abuelito sonriéndole cálidamente.

"Pepito" , dijo emocionado el abuelo, "el hada de los dientes me ha permitido visitarte hoy porque has sido un niño muy valiente y amoroso". Pepito no podía contener la emoción. Abrazó fuertemente a su abuelo mientras lágrimas de felicidad recorrían sus mejillas.

Durante todo el día, Pepito y su abuelo pasaron tiempo juntos recordando historias divertidas y compartiendo risas. Fueron al parque, jugaron al fútbol e incluso compartieron un helado bajo el sol radiante. Cuando llegó la hora de despedirse, Pepito se aferró al abrazo de su abuelo con fuerza.

Sabía que este momento era especial y guardaría esos recuerdos en lo más profundo de su corazón. El hada de los dientes observaba desde la distancia, feliz de haber podido cumplir el deseo de Pepito.

Sabía que este encuentro había dejado una huella imborrable en el corazón del niño. A partir de ese día, Pepito valoró aún más cada diente que perdía y lo veía como una oportunidad para pedir deseos especiales.

Aunque ninguno sería tan mágico como volver a ver a su abuelito, Pepito aprendió a apreciar las pequeñas cosas y a hacer buen uso de sus deseos.

Y así, Pepito siguió creciendo con un espíritu aventurero y un corazón lleno de gratitud por el regalo inolvidable que le había concedido el hada de los dientes: la oportunidad de reencontrarse con su amado abuelo.

FIN.

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