El deseo del niño juguetero



Había una vez un niño de 8 años llamado Mateo, que tenía una gran pasión por los juguetes. Cada vez que iba a la tienda, sus ojos brillaban al ver los estantes llenos de pelotas, muñecos, juegos de construcción y todo tipo de maravillas. Pero había un problema: Mateo no entendía la situación económica de su mamá, quien trabajaba duro para poder darle lo necesario.

"¡Mamá! ¡Quiero ese robot gigante!" decía Mateo, señalando un juguete deslumbrante con luces y sonidos.

"Mateo, cariño, ese juguete es muy caro. Tal vez en otro momento podamos comprarlo".

Mateo fruncía el ceño, sin comprender por qué no podía tener todo lo que quería. Su ambición no tenía límites y siempre quería más y más.

Una tarde, mientras paseaba por el parque, Mateo vio una luz brillante en el aire. Era un hada madrina que había venido a concederle un deseo.

"Hola, Mateo. He visto lo que deseas y estoy aquí para ayudarte. ¿Qué quieres?" preguntó el hada con una sonrisa.

Mateo, lleno de emoción, respondió sin pensarlo:

"¡Quiero tener todos los juguetes que pueda imaginar!"

El hada chasqueó sus dedos y, de repente, un montón de juguetes apareció a su alrededor, cubriendo todo el parque. Mateo estaba encantado: había coches de carreras, muñecas, juegos de mesa y hasta una pista de tren que nunca terminaría.

"¡Esto es increíble!" gritó Mateo mientras correteaba entre los juguetes.

Sin embargo, el hada le advirtió:

"Ten cuidado con lo que deseas, Mateo. Las cosas no siempre son lo que parecen."

Sin prestar atención a la advertencia, Mateo siguió disfrutando de sus nuevos juguetes. Pero, de repente, sintió un extraño mareo. Cuando se recuperó, vio a su mamá transformada en un muñeco de trapo, con una sonrisa fija en su rostro.

"¡Mamá! No puede ser..." gritó Mateo, desbordado de miedo.

"¡Hola, Mateo! ¡Soy tu muñeca favorita ahora!" dijo la mamá, riendo como si estuviera feliz en su nueva forma.

Mateo se sintió terriblemente triste.

"¡¿Qué he hecho? ! No quería esto..."

Corrió hacia el hada que lo miraba desde la distancia.

"¡Hada madrina, por favor! ¡Reviértelo!" pidió con lágrimas en los ojos.

"Ahora entiendes que los juguetes no son más importantes que el amor y la compañía de tu mamá," dijo el hada.

Mateo reflexionó sobre su deseo y su ambición. Se dio cuenta de que cada juguete en su vida jamás podría reemplazar el cariño y la calidez de su madre.

"Perdóname, mamá. Nunca debí poner los juguetes por encima de ti. Necesito tu amor, no más juguetes. ¡Quiero que vuelvas!".

El hada, al escuchar el arrepentimiento sincero de Mateo, decidió darle otra oportunidad.

"El amor es el mejor de los juguetes, y es lo único que no se puede comprar. Recuerda, Mateo: aunque tengas todos los juguetes del mundo, si no cuidas lo que realmente importa, perderás lo más valioso".

Chasqueó sus dedos de nuevo y, con un destello de luz, la madre de Mateo volvió a ser humana, con una sonrisa llena de amor.

Mateo la abrazó fuertemente.

"¡Nunca más me olvidaré de lo que realmente importa!" prometió.

A partir de ese día, Mateo aprendió a valorar cada momento con su madre, a disfrutar de los pequeños placeres y a agradecer lo que realmente tenía. La ambición por los juguetes dio lugar a una verdadera conexión familiar, donde el amor se convirtió en el regalo más bello de todos.

Y así, Mateo descubrió que el mayor tesoro en su vida no eran los juguetes, sino el cariño y el tiempo compartido con su mamá. Desde entonces, siempre que pasaba por la tienda, miraba los juguetes con una sonrisa, pero sabía que los mejores recuerdos eran los que construía junto a ella.

FIN.

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