El Deseo en el Bosque Mágico



Era un día soleado y cálido cuando Sofía, Armando y Miguel decidieron aventurarse en el bosque que estaba cerca de su barrio.

-Este bosque es enorme, ¡podemos descubrir muchas cosas! - dijo Sofía emocionada.

-Sí, pero hay que tener cuidado, no sabemos qué podemos encontrar - advirtió Miguel con un toque de inquietud en su voz.

-Si encontramos algo increíble, ¡será una gran aventura! - exclamó Armando.

Y así, los tres amigos se adentraron en el bosque, riendo y jugando, sin preocuparse por el mundo exterior. Después de caminar un buen rato, llegaron a un claro rodeado de altos árboles. En el centro había una figura curiosa con una larga capa y un sombrero puntiagudo: era un mago.

-Buenos días, jóvenes aventureros - dijo el mago con voz melodiosa.

-Los he estado esperando. Cada uno de ustedes puede pedir un deseo.

Los tres se miraron sorprendidos.

-¿De verdad podemos pedir un deseo? - preguntó Sofía.

-Sí, pero hay un truco - siguió el mago.

-Cuando pidan su deseo, deben pensar en cómo su pedido afectará a los demás y no solo a ustedes.

Miguel fue el primero en pensar.

-Deseo que podamos volar como los pájaros.

-¡Qué increíble! - exclamó Sofia.

El mago levantó su varita y, en un instante, los tres comenzaron a volar. Al principio, todo parecía divertido, pero pronto se dieron cuenta de que no podían controlar su vuelo.

-¡Ayuda! ¡No sé cómo aterrizar! - gritó Armando mientras giraba descontroladamente.

Los amigos se tomaron de las manos y, al hacerlo, se dieron cuenta de que necesitaban trabajar juntos para llegar al suelo.

-Recuerden que es más fácil si lo hacemos en equipo - dijo Sofía, intentando guiar a sus amigos.

Finalmente, aterrizaron con un sobresalto en el suelo.

-Bueno, eso fue divertido, pero parece que volar tiene sus complicaciones - dijo Miguel mientras se reía nerviosamente.

-¡Ya sé! Quiero pedir otro deseo - anunció Sofía.

-¿Qué deseas? - preguntó el mago.

-Deseo que podamos escucharnos los pensamientos, así podremos ayudarnos mejor.

-¡Eso suena genial! - exclamó Armando.

El mago volvió a hacer un gesto con su varita, y de repente, todos podían escuchar lo que pensaban sus amigos.

-¡Qué raro! - dijo Miguel, con una sonrisa preocupada.

-Parece que todos están de acuerdo en que es un gran poder... pero muy abrumador - reflexionó Sofía.

-Podemos usarlo para ayudarnos, pero también puede ser confuso - agregó Armando.

Después de un rato, se dieron cuenta de que algunos de sus pensamientos eran más difíciles de manejar.

-Quizás este deseo no era tan bueno como pensábamos - sugirió Miguel con sinceridad.

-¡Exactamente! - afirmó Sofía.

-Tal vez deberíamos aprender a comunicarnos de otras maneras, sin necesidad de escuchar pensamientos.

La realidad se hizo evidente: aunque tenían buenas intenciones, escuchar todos los pensamientos de los demás podía ser un desafío.

Finalmente, Armando tomó la palabra al ver que ahora todos se habían dado cuenta de la complejidad de sus deseos.

-Deseo que podamos encontrar la forma de ser siempre buenos amigos y apoyarnos mutuamente - dijo.

El mago sonrió con aprobación y chasqueó los dedos. Al instante, los amigos sintieron un profundo cariño y comprensión entre ellos.

-Como amigos, siempre pueden apoyarse sin importar las circunstancias. -dijo el mago.

Los amigos se miraron y sonrieron, sintiendo que la verdadera magia estaba en la amistad. Desde entonces, no importaba dónde estuvieran o qué pasara, Sofía, Armando y Miguel sabían que siempre podrían contar unos con otros.

Con este nuevo entendimiento, decidieron salir del bosque, cada uno con su propio aprendizaje y la certeza de que debían pensar en como sus deseos afectan a los demás. Al salir, se dieron cuenta de que las verdaderas aventuras no siempre son aquellas que requieren magia, sino las que compartimos con amigos.

Y así, el bosque guardó este hermoso recuerdo de la amistad en el corazón de los tres, llenándolos de sonrisas y unitud en sus almas. Nunca olvidaron que la verdadera felicidad está en estamos juntos y apoyándonos siempre.

FIN.

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