El Deseo Nevado
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Navidad, una pareja de pingüinos muy especial. Se llamaban Romina y Valentín, pero todos los conocían como Romance y Kooktae.
Eran dos pingüinos muy enamorados que vivían en una hermosa cueva de hielo cerca del Polo Sur. Romance era una pingüina con plumas negras y blancas, siempre elegante y coqueta. Kooktae, por otro lado, era un pingüino algo torpe pero muy divertido, con plumas grises y ojos brillantes.
Juntos formaban la pareja más adorable de todo el océano. Se acercaba la Navidad y Romance tenía un gran deseo: quería ver nevar por primera vez en su vida.
Ella había escuchado historias sobre la magia de los copos de nieve cayendo del cielo durante las fiestas navideñas y soñaba con experimentarlo. Un día, mientras caminaban por la orilla del mar, Kooktae notó a Romance mirando con tristeza hacia el horizonte cubierto de agua salada.
"¿Qué te pasa, mi amor?" -preguntó preocupado Kooktae. "Estoy deseando tanto ver nieve en Navidad", suspiró Romance. "Pero aquí no nieva nunca". Kooktae sabía que tenía que hacer algo para cumplir el sueño de su amada.
Así que decidió emprender un viaje en busca del lugar perfecto donde pudieran disfrutar juntos de la nieve navideña.
Recorrieron muchos kilómetros nadando a través del océano hasta llegar a una isla lejana donde se decía que la nieve caía en abundancia durante las fiestas. Allí, encontraron a un viejo pingüino sabio llamado Bartolomé. "Hola, jóvenes enamorados", les saludó Bartolomé con una sonrisa.
"¿Qué los trae por aquí?"Romance y Kooktae le contaron su deseo de ver nevar en Navidad y cómo habían llegado hasta allí. Bartolomé reflexionó unos instantes y luego dijo: "Tengo una idea. Conozco a un pájaro muy especial llamado Copito que puede ayudarlos". Copito era un loro mágico que vivía en lo alto de una montaña cercana.
Tenía el poder de hacer nevar cuando quisiera. Sin perder tiempo, Romance y Kooktae siguieron las indicaciones de Bartolomé hasta llegar al hogar del loro Copito. El simpático loro les recibió con alegría y escuchó atentamente su historia.
"¡Claro que puedo hacerles nevar!", exclamó Copito emocionado. "Pero primero deben cumplir una tarea para mí". Copito quería que Romance y Kooktae recolectaran semillas especiales que solo crecían en el Polo Norte.
Estas semillas eran conocidas por su capacidad de traer felicidad a quien las plantara. Los valientes pingüinos aceptaron el desafío sin dudarlo y emprendieron otro largo viaje hacia el Polo Norte.
Allí, encontraron las semillas mágicas entre la nieve eterna y las guardaron cuidadosamente para llevarlas de vuelta con ellos. Cuando regresaron junto a Copito, este les mostró cómo plantar las semillas en un lugar especial de la isla. Romance y Kooktae siguieron sus instrucciones al pie de la letra, cuidando cada detalle.
Días después, mientras los pingüinos esperaban ansiosos el día de Navidad, ocurrió algo maravilloso. La tierra comenzó a temblar suavemente y pequeños brotes verdes emergieron del suelo.
Poco a poco, esos brotes se convirtieron en hermosos árboles cubiertos de nieve brillante. Los copos de nieve empezaron a caer del cielo, danzando entre las ramas de los árboles y cubriendo toda la isla con un manto blanco y reluciente. Romance y Kooktae no podían contener su felicidad.
Corrieron juntos por el paisaje nevado, jugando y riendo como nunca antes lo habían hecho. "¡Gracias, Copito! ¡Gracias por hacer nuestro sueño realidad!" -exclamaron emocionados los enamorados pingüinos.
Copito sonrió satisfecho y les recordó que la verdadera magia está en compartir momentos especiales con aquellos que amamos. Les deseó una feliz Navidad llena de amor y alegría antes de desaparecer entre las nubes blancas del cielo invernal.
Desde ese día, Romance y Kooktae volvieron cada año a Villa Navidad para disfrutar de la nieve navideña junto a sus amigos pingüinos. Y aunque Romance había cumplido su deseo inicial, descubrió que lo más importante era tener a Kooktae a su lado para vivir aventuras inolvidables juntos.
Y así, la pareja de pingüinos más especial del océano siguió viviendo su amor y compartiendo la magia de la Navidad con todos los que conocían. Porque en Villa Navidad, el amor y la nieve eran sinónimos de felicidad eterna. Fin.
FIN.