El Desierto de los Sueños



Era un caluroso día de verano en el que Valeria decidió aventurarse en un viaje a un desierto misterioso conocido como el Desierto de los Sueños. Aquella vasta extensión de arena dorada era famosa por sus impresionantes paisajes y sus secretos ocultos. Sin embargo, Valeria, que siempre había sido un poco insegura, no estaba totalmente preparada para lo que iba a encontrar.

Mientras caminaba, el sol empezó a caer y las sombras comenzaron a alargarse. Valeria, perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que se había desviado del camino y de pronto se encontró rodeada por un mar de arena.

- “¡Oh no, qué voy a hacer! ” - se exclamó Valeria, sintiendo que la desesperación la invadía.

En ese momento, escuchó un suave susurro.

- “No te preocupes, estoy aquí.” - La voz era dulce y tranquila. Valeria se dio vuelta y vio a una niña con grandes ojos verdes y una sonrisa brillante, vestida con una túnica blanca que parecía brillar a la luz del sol.

- “¿Quién sos? ” - preguntó Valeria, asombrada.

- “Soy Lila, el espíritu del desierto. He estado esperando que llegues. Te ayudaré.”

- “¿Ayudarme? Estoy perdida. No sé cómo volver a casa.” - Valeria se dejó caer en la arena, sintiéndose triste.

- “El camino puede ser difícil, pero puedes confiar en vos misma. A veces, lo que más necesitamos está dentro de nosotros.” - Lila le extendió la mano, invitándola a levantarse.

Valeria dudó, pero tomó la mano de Lila. Juntas comenzaron a caminar por el desierto. Lila le mostró las maravillas del lugar: cáctus con flores de colores brillantes, formaciones de arena que parecían esculturas y hasta unas pequeñas criaturas que se asomaban curiosas.

- “Mirá ese cáctus, Valeria. Tiene espinas, pero también hermosas flores. ¿No es asombroso? ” - dijo Lila, saltando de alegría.

- “Sí, pero a veces me siento como las espinas, sin valor.” - respondió Valeria, un poco desanimada.

- “¡No digas eso! Cada uno tiene su propia belleza y potencial. Debes aprender a confiar en lo que sos.” - Lila le sonrió ampliamente, mostrando su confianza.

Con cada paso, Valeria comenzó a sentir un pequeño cambio en su interior. Lila le mostró cómo usar su sentido de la orientación observando el cielo y las estrellas.

- “Vestite de curiosidad. Preguntá, explorá, escuchá. Cada día se presenta como una nueva oportunidad.” - le decía mientras caminaban.

Un giro inesperado llegó cuando, al trepar una duna, Valeria vio una tormenta de arena acercándose rápidamente.

- “¡Lila, tenemos que irnos! ” - gritó Valeria, asustada.

Lila sonrió, pero su mirada era seria.

- “Confía en tus instintos, Valeria. Recuerda que son tus mejores aliados. ¿Qué harías si no estuviera aquí? ”

Valeria cerró los ojos y respiró hondo. Recordó lo que Lila le había enseñado.

- “Construiré un refugio. El viento no puede derribarme si tengo un lugar firme.”

Rápidamente, tomó lo que pudo encontrar: algunas ramas y arena, y edificó un pequeño refugio. A pesar de la tormenta, la niña se sintió segura. Lila se mantuvo a su lado.

La tormenta pasó rápidamente, y cuando finalmente el sol volvió a brillar, Valeria se sintió más fuerte que nunca.

- “¡Lo hiciste! ¡Confiaste en vos! ” - exclamó Lila, llenando a Valeria de alegría.

- “No podría haberlo hecho sin tu ayuda. Aprendí que a veces, sólo necesitamos un pequeño empujón.”

- “Exactamente. Y ahora es tiempo de que vuelvas a casa.” - Lila, con un destello en los ojos, señalaba el camino claro que se había formado en la arena.

Valeria se despidió de Lila con un abrazo y comenzó a caminar por la senda iluminada.

Al llegar a su casa, Valeria no sólo llevaba consigo recuerdos del desierto, sino un nuevo sentido de confianza en sí misma. Desde aquel día, supo que cada desafío era solo una oportunidad para crecer.

A veces, las aventuras que parecen peligrosas pueden llevarnos a los mayores aprendizajes. Y así, el desierto se convirtió en un símbolo de fuerza y determinación para Valeria, recordándole siempre que la confianza comienza desde adentro.

FIN.

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